Los anillos de los árboles ayudan a identificar la madera de un barco ballenero de Rhode Island perdido en 1859 en la Patagonia.
DICYT Los científicos que investigan los restos de un viejo barco de madera frente a la fría y ventosa costa del extremo sur de Argentina dicen que es casi seguro que se trata del Dolphin, un barco ballenero trotamundos de Warren, Rhode Island, perdido en 1859. Los arqueólogos han pasado años investigando el origen del barco. sin hacer una identificación definitiva, pero un nuevo análisis de los anillos de los árboles en sus maderas ha proporcionado quizás la evidencia más convincente hasta el momento. Un equipo de investigadores argentinos y estadounidenses acaba de publicar los hallazgos en la revista Dendrochronologia.
“No puedo decir con cien por ciento de certeza, pero el análisis de los anillos de los árboles indica que es muy probable que este sea el barco”, dijo el autor principal Ignacio Mundo del Laboratorio de Dendrocronología e Historia Ambiental de Argentina, IANIGLA-CONICET. Mundo y los científicos del Observatorio Terrestre Lamont-Doherty de la Escuela Climática de Columbia utilizaron una enorme base de datos de anillos de viejos árboles norteamericanos para mostrar que las maderas fueron taladas en Nueva Inglaterra y el sureste de los Estados Unidos justo antes de que se construyera el barco en 1850. Otra evidencia incluye artefactos encontrados cerca del naufragio y relatos históricos de Argentina y Rhode Island. Esta parece ser la primera vez que se aplica la ciencia de los anillos de árboles para identificar un naufragio sudamericano.
“Es fascinante que la gente construyera este barco en una ciudad de Nueva Inglaterra hace tanto tiempo y que apareciera al otro lado del mundo”, dijo el científico de anillos de árboles de Columbia Mukund Rao, coautor del estudio.
Nueva Inglaterra fue un jugador importante en el comercio mundial de la caza de ballenas desde mediados de la década de 1770 hasta la década de 1850, cuando el aceite extraído de la grasa era popular para la iluminación y la lubricación, y el hueso de ballena se usaba en muchos artículos domésticos pequeños que ahora están hechos de plástico. Cientos de barcos yanquis recorrieron regiones remotas, a menudo en viajes que duraron años. La industria se desvaneció en la década de 1860 después de que diezmaron las poblaciones de ballenas y llegó el petróleo.
Según un manuscrito inédito del historiador local de Warren, Walter Nebiker, el Dolphin se construyó entre agosto y octubre de 1850 con roble y otras maderas. Normalmente, los árboles se talaban en climas fríos aproximadamente un año antes de que se construyera un barco, que en este caso habría sido entre finales de 1849 y febrero de 1850. Con una longitud de 111 pies y un peso de 325 toneladas, el Dolphin fue botado el 16 de noviembre de 1850. Nebiker la describió como «probablemente la quad-rigger más rápida de todos los tiempos».
El barco navegó por los océanos Atlántico e Índico durante casi dos años y medio, y regresó cargado de petróleo en marzo de 1853. Los viajes posteriores lo llevaron a las Azores y alrededor del Cuerno de África a las Seychelles, Zanzíbar y Australia. Su último viaje partió de Warren el 2 de octubre de 1858. El barco terminó frente a la Patagonia unos meses después. Una carta a los dueños de su amo, el Capitán Norrie, decía que fue destruido cuando «yacía sobre las rocas en la parte suroeste de New Bay», una aparente referencia al Golfo Nuevo, uno de los pocos buenos puertos naturales de la Patagonia, donde se sabía que habían llegado balleneros. La tripulación habría navegado unas 10.000 millas para llegar allí.
No hubo un asentamiento europeo permanente en el Golfo Nuevo hasta 1865, cuando los inmigrantes galeses comenzaron lo que ahora es la pequeña ciudad de Puerto Madryn. La tradición local dice que los primeros colonos recolectaron material de uno o más naufragios, pero no está claro si se trataba del Dolphin o de algún otro barco o barcos desafortunados.
En 2004, los sedimentos en movimiento revelaron los restos parciales de una embarcación de madera en las llanuras intermareales frente a Puerto Madryn. Los lugareños sabían que estaba allí, pero los científicos no. En 2006 y 2007, arqueólogos marinos, incluido Cristian Murray, del Instituto Nacional de Antropología y Estudios Latinoamericanos de Argentina, excavaron los restos durante las mareas bajas. También documentaron varios otros naufragios cercanos.
Casi todo lo que quedaba del barco era parte de las cuadernas inferiores, o costillas, y algunas tablas del casco y del techo. En un artículo de 2009, Murray y sus colegas determinaron que el barco fue construido probablemente en el siglo XIX, principalmente con roble y pino del hemisferio norte. Pero de qué especie y si de origen europeo o norteamericano, no pudieron decir. Con poco más para continuar, algunos clavos de latón, un solo zapato de cuero, especularon que podría haber sido un barco pesquero o mercante, o un ballenero.
Finalmente aparecieron otras pruebas. Cerca de los restos del naufragio se encontraron dos calderos de hierro y restos de ladrillos, lo que sugiere un «trabajo de prueba» a bordo de un barco para hervir la grasa. Murray y sus colegas también descubrieron que el marino argentino Luis Piedrabuena había rescatado a 42 tripulantes del Dolphin; los llevó a Carmen de Patagones, un pueblo a unas 100 millas al norte, y desde allí, con suerte, los refugiados regresaron a casa. ¿Dónde habría sido eso? El Dolphin apareció en el registro de seguros marítimos de Lloyd como procedente de Warren. Después, los investigadores se pusieron en contacto con la Warren Preservation Society, que proporcionó el manuscrito de Nebiker y otra información.
Basado en esto, un periódico local de Rhode Island especuló en 2012 que se había encontrado el delfín. En 2019, Murray finalmente publicó un artículo que sugería esto, pero decía que no se podía probar. Entran los científicos de los anillos de los árboles.
Ese año, Murray y sus colegas volvieron a excavar los restos del naufragio e invitaron a Ignacio Mundo a examinarlo. Se horrorizaron cuando Mundo les dijo que la única forma de obtener muestras decentes de la madera empapada sería cortar con una motosierra un par de docenas de secciones transversales de las nervaduras y los tablones, y secarlos. Finalmente, al darse cuenta de que no había otra manera, los arqueólogos cedieron y eligieron los lugares donde pensaron que se produciría el menor daño.
Después de procesar las muestras en su laboratorio, Mundo recurrió a Ed Cook, fundador de Lamont-Doherty Tree Ring Lab, colaborador de muchos años con colegas sudamericanos y pionero en dendroarqueología, la ciencia que determina la edad y procedencia de estructuras de madera antiguas. Cook ha analizado muchos edificios antiguos en el noreste de EE. UU., junto con objetos, incluido un balandro del siglo XVIII descubierto accidentalmente durante las excavaciones después de que el World Trade Center fuera destruido en 2001. (Descubrió que había sido construido con roble alrededor de 1773 cerca de Filadelfia).
El arma secreta de Cook: el Atlas de sequías de América del Norte, una base de datos masiva cuya creación encabezó a principios de la década de 2000. El atlas recopila muestras de anillos de unos 30.000 árboles en pie de muchas especies en todo el continente que se remontan a más de 2.000 años. Los diferentes niveles de precipitación crean sutiles variaciones anuales en el ancho del anillo que permiten a los investigadores trazar climas pasados, fechar los años precisos de germinación y crecimiento de los árboles y, en el caso de estructuras de madera viejas, a menudo dónde y cuándo se cortaron los árboles, ya que los climas varían según el lugar. lugar, dejando distintas firmas regionales.
Los dendrocronólogos determinaron que las nervaduras estaban hechas de roble blanco, muchas especies de las cuales crecen en el noreste de los Estados Unidos. Los tablones del casco y del techo, podían decir, eran pinos amarillos antiguos, cuyos bosques alguna vez cubrieron gran parte del sureste de los EE. UU. Los clavos de madera que sostenían las cosas estaban hechos de langosta negra resistente a la putrefacción, muy extendida en muchos estados del este.
El análisis de los anillos de roble mostró que algunas de las maderas procedían de árboles que habían brotado ya en 1679. Lo más sorprendente: los anillos más exteriores indicaban que los robles habían sido talados en 1849, coincidiendo exactamente con la construcción del Dolphin en 1850. Los últimos anillos en los tablones de pino datan de 1810, pero esto no molestó a los científicos; a diferencia de las nervaduras gruesas, los tablones se habrían fresado mucho, por lo que nadie esperaba encontrar los anillos exteriores.
Luego, los científicos compararon los anillos con cronologías regionales específicas. La mayoría de las muestras de pino coincidían bien con las cronologías tomadas hace décadas de árboles vivos en las áreas de la montaña Choccolocco de Alabama y del lago Louise de Georgia, ambas conocidas por exportar cantidades masivas de pino a los estados del norte en el siglo XIX. Los investigadores no pudieron decir si los tablones provenían de esos sitios específicamente, pero las firmas indicaban que debían provenir de algún lugar de Alabama, Georgia o el norte de Florida.
En cuanto a las nervaduras de roble, los anillos se parecían más a cronologías tomadas de viejos árboles que crecían en Massachusetts. Entre los marcadores: distintos períodos secos y de bajo crecimiento en las décadas de 1680-1690, 1700 y 1810. Los anchos muy estrechos de los anillos indicaban que los árboles habían crecido en bosques densos y antiguos, la mayoría de los cuales fueron talados en Nueva Inglaterra entre principios y mediados del siglo XIX cuando los madereros arrasaron. Sin duda, muchos de esos robles de Massachusetts terminaron en los astilleros de la vecina Rhode Island.
El nuevo periódico todavía cubre sus apuestas, diciendo que el barco muy bien podría ser el Dolphin, pero que a falta de algún artefacto único asociado con el barco, posiblemente podría ser algún otro ballenero estadounidense de la misma época. “Hubo muchos barcos balleneros en esa área durante ese tiempo”, dijo Murray, coautor del artículo. “Así que no me gusta decir que es el Dolphin hasta que podamos obtener más evidencia”.
Sin embargo, Mukund Rao, el dendrocronólogo de Lamont, dice estar completamente convencido. “Los arqueólogos son más conservadores, prefieren un estándar un poco más alto y no los culpo”, dijo. “Es cierto que no tenemos algo como la campana del barco. Pero para mí, la historia está ahí, en los anillos de los árboles”.
El artículo también fue coautor de Mónica Grosso del Instituto Nacional de Antropología y Estudios Latinoamericanos de Argentina, y Ricardo Villalba del Laboratorio de Dendrocronología e Historia Ambiental, IANIGLA-CONICET. Ignacio Mundo también es profesor adjunto en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad Nacional de Cuyo.
El film “Terre de Feu” fue realizado por una expedición francesa en 1925 y generó material filmográfico sobre la vida de los pueblos Selk’nam, Kawésqar y Yagan.
La Dirección de Desarrollo Audiovisual de la Secretaría de Cultura de la Provincia, a través de la Embajada de Francia en Argentina y la Cinemateca de Toulouse realizó la proyección del film “Terre de Feu”, que consta de un registro documental inédito de los pueblos originarios de la Patagonia, realizado por una expedición francesa a principio del siglo XX.
Dicho evento culminó con un conversatorio con la participación de integrantes del pueblo Selk’nam y del pueblo Yagan Paiakoala, la Secretaría de Pueblos Originarios y la Dirección Provincial de Museos y Patrimonio Cultural.
Esta película fue filmada en 1925, durante una expedición en barco organizada por la Sociedad francesa de Geografía por la Patagonia y Tierra del Fuego. Su proyección fue posible gracias a las gestiones del Gobierno de la Provincia, la Embajada Francesa en Argentina y la Cinemateca de Toulouse.
Del evento participaron la Ministra de Educación, Cultura, Ciencia y Tecnología, Analía Cubino; la Secretaria de Justicia de la Provincia, Daiana Freiberger; la Secretaria de Pueblos Originarios, Vanina Ojeda y la Secretaria de Cultura, Lucía Rossi.
Cabe destacar, que en la actividad estuvieron presentes Margarita Angélica Maldonado, María Angélica Salamanca, Nicole Bailone, Carmen Ojeda, María Vargas, Daniela Bogarín, mujeres líderes de los pueblos Selk’nam y Yagan Paiakoala de nuestra provincia.
Al respecto, la secretaria de Pueblos Originarios, Vanina Ojeda aseguró que lo que se destaca de la proyección es “la incorporación curricular de historia de los Pueblos Nativos, avance que, no hubiera sido posible sin la participación y acompañamiento de los pueblos originarios de la provincia”.
Por su parte, el Director Provincial de Desarrollo Audiovisual, Rodrigo Tenuta, explicó que la proyección se posibilitó “a través de un contacto con el área audiovisual de la embajada de Francia y, a partir de ahí, con la cinemateca de Toulouse”.
“Se trata de un material restaurada de 33 minutos, que no se había visto hasta el momento. Tuvimos acceso a una copia parcial, porque parte de esta película se perdió con el pasar del tiempo” detalló.
Así se desliza a raíz de la investigación que se está realizando con científicos del CADIC en Ushuaia y también próximamente en la Antártida, donde se expone sobre esta circunstancia que va en detrimento de las especies y los humanos.
Una investigación de la cual participan científicos del Centro Austral de investigaciones Científicas (CADIC) develó la presencia de microplásticos en aguas del Atlántico Sur, con el peligro que esto supone para el ecosistema marino y la salud humana.
Ignacio Chiesa, científico investigador del Cadic, contó hoy en diálogo con LRA10 Nacional Ushuaia que los microplásticos «son basicamente partículas de origen plástico de tamaño muy pequeño, que van desde los 0.001 a 0.005 ml», y que se genera por el desgaste de los plásticos que usamos en nuestra vida cotidiana.
«Un tupper, una bolsa, una tapita de gaseosa: eso llega a los ambientes naturales y con el paso del tiempo se desgasta, y se transforman en microplásticos. Hubo un boom hace 15 años en el estudio de estas particulas que contaminan los ambientes naturales, y Argentina no quedó afuera por esa movida», explicó.
Chiesa amplió con que los estudios realizados en el Canal se iniciaron en los organismos costeros ventónicos invertebrados, que son dos tipos de moluscos y caracoles, y consideró que la aparición de estas nanopartículas «no es para nada sorprendente».
«Eventualmente esos bichos nosotros los terminamos consumiendo, como es el mejillón. La gente al saber esto primero se alarma: ¿Qué es eso de que estamos comiendo microplásticos? La realidad es que está en todos los ambientes, en el agua, aire y lo estamos respirando. Que aparezca en el Canal Beagle, por más prístino que sea, no es sorprendente, hay hasta en la Antártida, el Ártico ya sea en el agua o en los bichos», enfatizó el científico.
«El mejillón es un bicho que se la pasa filtrando, entonces lo que sucede en el cuerpo de ese mejillón es un reflejo de lo que está ocurriendo en la columna del agua. Son altos los niveles de contaminación, y hay otro problema no menor: es probable que la concentración de estas partículas en el agua o estos bichos esté cambiando todo el tiempo, va aumentando porque nosotros producimos más plástico y ese es liberado, queriendo o sin querer, en el agua o ambientes naturales», alertó.
Es un hallazgo de investigadores en arqueología y geología de los Estados Unidos. Estiman que los primeros en llegar habrían sido las comunidades yaganes que han habitado en Chile y Argentina. La líder del descubrimiento contó detalles a Infobae
Un equipo de investigadores de los Estados Unidos encontró huellas que indicarían que miembros de las comunidades indígenas de América del Sur arribaron y residieron con estadías cortas en las Islas Malvinas mucho antes que el marinero inglés John Strong en 1690. Los resultados de la investigación se publicaron hoy en la prestigiosa revista Science Advances de la Asociación Estadounidense para el Avance de las Ciencias.
Hasta ahora, se ha sostenido que exploradores europeos habían sido los primeros en pisar las islas Malvinas. Sin embargo, los resultados de un nuevo estudio dirigido por la Universidad de Maine, liderados por la investigadora Kit Hamley, indican lo contrario: sostienen que hubo presencia humana antes de la llegada de los europeos.
En diálogo con Infobae, hoy la científica Hamley dijo: “Aunque no podemos estar seguros, consideramos que el pueblo indígena que más probablemente haya visitado las Malvinas fue el pueblo yagán, cuyas comunidades descendientes aún están presentes tanto en Chile como en Argentina”. Y agregó: “Los relatos etnográficos de los yaganes en la época sugieren que los mamíferos marinos y las aves marinas, principalmente los pingüinos, eran sus principales fuentes de alimento. Eran cazadores marítimos muy hábiles que habrían tenido la capacidad de navegar hasta las Malvinas”.
Los científicos de Estados Unidos fueron a las Islas Malvinas en varias expediciones durante la década pasada
Al visitar en diferentes expediciones y hacer excavaciones en las Islas Malvinas, Hamley y sus colegas encontraron huesos de animales, registros de carbón vegetal y otras pruebas de las islas Malvinas y las examinaron en busca de indicios de actividad humana mediante la datación por radiocarbono y otras técnicas de laboratorio. Una huella de la actividad humana antes de la llegada de los europeos -según los investigadores- procede de un registro de carbón vegetal de 8.000 años de antigüedad recogido en una columna de turbera de la isla Nueva.
Según los investigadores, el registro mostraba indicios de un marcado aumento de la actividad de combustión en el año 150 de la era cristiana, y más picos abruptos y significativos de combustión en los años 1410 y 1770 de la era cristiana, el último de los cuales se corresponde con el asentamiento europeo inicial.
Los investigadores también recogieron muestras de lobos marinos y pingüinos en la Isla Nueva, cerca del lugar donde un propietario descubrió una punta de proyectil de piedra que coincide con la tecnología que los indígenas de América del Sur han utilizado durante los últimos 1.000 años. Los huesos estaban amontonados en montones en un sitio. La ubicación, el volumen y el tipo de huesos indican que los montículos fueron probablemente ensamblados por humanos, según los investigadores estadounidenses.
Durante las expediciones a las Islas Malvinas, los investigadores de EE.UU hicieron un registro de la fauna actual y del pasado durante los últimos 10.000 años/K. Hamley
¿Por qué las comunidades indígenas no se habrían quedado a habitar las Islas Malvinas de manera permanente?, preguntó Infobae. “Hasta la fecha, ha aparecido muy poco material cultural en las Islas Malvinas. Esto que sugiere que es poco probable que los indígenas sudamericanos vivieran allí durante largos períodos de tiempo. Cuanto más grande sea la población humana y más larga la duración de la ocupación, más artefactos se esperaría que dejaran. Esta es una cuestión que ciertamente necesita un examen más profundo, pero nuestro estudio apoya la idea de que la visita indígena fue probablemente breve y por un pequeño número de personas”, contestó Hamley.
Para tener más respuestas, los investigadores ya están planificando los próximos pasos. “Nuestro siguiente paso en esta investigación es ponernos en contacto con las comunidades descendientes de los yaganes para comprobar su interés en trabajar juntos para crear una asociación que permita seguir explorando estas líneas de investigación. Las comunidades indígenas son las verdaderas poseedoras del conocimiento del pasado y creemos que la colaboración reforzaría enormemente la comprensión de estos y otros acontecimientos anteriores”, dijo Hamley a Infobae.
En marzo pasado, el Gobierno de Tierra del Fuego había anunciado que se inscribió a la Comunidad Indígena Yagan Paiakoala de Ushuaia. A partir de ese momento, la provincia pasó a tener dos pueblos originarios -los Selk’nam y los Yaganes- reconocidos por el Estado nacional.
En 1833, la ocupación británica de las islas Malvinas fue durante operación militar del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda. En 1982 el conflicto desencadenó la guerra entre ambos países. Y la Argentina mantiene aún su reclamo de soberanía sobre las Islas Malvinas ante Naciones Unidas. Al respecto, la científica aclaró: “No soy investigadora en ciencias políticas y el período del que hablamos en nuestro trabajo es anterior a estos acontecimientos, e incluso a los países implicados en esas disputas. Lo que creo que es realmente emocionante de este hallazgo es que habla de nuestra historia humana más amplia, y del ingenio de los pueblos indígenas, que fueron los primeros exploradores en el lugar”.
La científica Kit Hamley, de Estados Unidos, sostiene el cráneo de un león marino, entre otros restos fósiles de animales ensamblados que encontró con su equipo en las Islas Malvinas/Kit Hamley
Hamley es investigadora graduada de la Fundación Nacional de Ciencias del Instituto de Cambio Climático de la Universidad de Maine. Una de las puntas iniciales del hallazgo fue una inquietud que ha preocupado hasta el mismo naturalista Charles Darwin en el siglo XIX. En las Islas Malvinas, existió un zorro, el guará, que se extinguió, y muchos se han preguntado cómo había llegado esa especie al lugar tan austral. Se lo considera un mamífero nativo que residía en las islas Malvinas en el momento de la llegada de los europeos. La caza posterior acabó con la especie en 1856, y pasó a ser el primer cánido extinto del registro histórico de la humanidad. También lo llaman zorro-lobo malvinense.
Hamley ahora plantea la hipótesis de que los humanos podrían haber introducido la especie en el archipiélago antes del asentamiento europeo. Muchos rechazaron antes esta teoría por falta de pruebas científicas, pero los últimos hallazgos del equipo de Hamley reabren esa posibilidad. “Es posible que los indígenas sudamericanos hayan domesticado al guará, como hicieron con otros zorros y cánidos, y los hayan llevado a las islas durante sus viajes y estancias de corta duración”, señaló.
Durante una expedición a las Islas Malvinas en 2018, Hamley y sus colegas encontraron tres muestras de huesos de guará en la granja de Spring Point. La datación por carbono y el análisis isotópico revelaron que los animales cuyos huesos se analizaron tenían una dieta basada en el mar que consistía principalmente en depredadores marinos de alto nivel” como los leones marinos y las focas de piel, una dieta similar a la de los sudamericanos indigenistas marinos en la prehistoria, según los investigadores. Aunque estos hallazgos podrían reflejar la búsqueda de comida en la costa, podrían ejemplificar los alimentos que sus potenciales homólogos humanos se procuraban y comían.
El origen y la extinción de la especie de zorro en las Islas Malvinas que se llamó guará (Dusicyon australis) ha despertado el interés de naturalistas como Charles Darwin. Aquí una litografía de London R.H. Porter de 1890/Archivo
“Por el momento, no se han identificado huesos fósiles de guará en Sudamérica”, informó la científica a Infobae. “Sin embargo, también hay un poco de debate sobre si el guará y el Dusicyon avus eran realmente especies separadas y no sólo poblaciones distintas de la misma especie”, agregó. El Dusicyon avus es otra especie de cánido cuyos restos fósiles se han encontrado en el actual territorio de Argentina, Uruguay y Brasil y se lo considera extinguido.
“La fecha de extinción de D. avus se ha adelantado recientemente a hace sólo unos cientos de años, lo que sugiere que su historia de interacción con los humanos fue mucho más larga de lo que se pensaba, incluso durante el período de tiempo en el que nos centramos en nuestro artículo”. Se han encontrado fósiles del pariente continental más cercano del guará, el Dusicyon avus, en muchos contextos arqueológicos, incluido un yacimiento Loma de los Muertos, en la actual provincia de Río Negro, Argentina.
En este yacimiento argentino, un individuo joven de ese animal data de aproximadamente 2.900 años antes de Cristo y fue enterrado de la misma manera que los enterramientos humanos cercanos. “Esto demostró que los zorros se habían integrado en la sociedad más allá de ser un carroñero de campamento. Es otro punto que necesita más investigación para aclarar la relación entre D. avus y el guará, y para identificar los contextos arqueológicos específicos en los que aparece D. avus”, resaltó la investigadora.
Hamley realizó su investigación durante tres expediciones a las Islas Malvinas en 2014, 2016 y 2018. Durante el viaje de 2016, participó en un programa través del cual los científicos dan a los estudiantes secundarios un vistazo a su trabajo a través de actualizaciones de la expedición en vivo, chats de Twitter y videos.
Desde Malvinas, la científica Hamley mantuvo chats con estudiantes en Estados Unidos durante sus expediciones y les fue contando los detalles en años anteriores
“A medida que el mundo se calienta, esperamos que nuestra creciente comprensión de la historia precolonial de las Malvinas ayude a los responsables de la toma de decisiones a equilibrar las necesidades de la vida silvestre y de las personas, que dependen del ecoturismo, la pesca y otras industrias”, dijo Jacquelyn Gill, investigadora en paleoecología de la Fundación Nacional de Ciencias de EE.UU. en un comunicado, y coautora del trabajo. “Apenas estamos empezando a reconstruir el papel que desempeñaba la gente en las Malvinas antes del asentamiento europeo. Debido a los siglos de colonialismo en el continente, se perdió gran parte del conocimiento oral sobre este período. La ciencia occidental necesita actualizarse, y esperamos que los trabajos futuros se realicen en colaboración con los indígenas actuales de la región; sus antepasados fueron los primeros expertos aquí”, comentó Gill.
“Los resultados de la investigación publicada en Science Advances liderada por Hamley son valiosos porque permiten comparar los cambios ambientales en las Islas Malvinas y la Patagonia continental durante los últimos 10.000 años. Hubo otras investigaciones previas hace más de 20 años. Ahora, están creando un registro independiente. Hoy es importante preguntarse cómo llegó ese carbón vegetal a las turberas de las Islas Malvinas. En el trabajo publicado, se considera al carbón como indicio de la actividad humana, pero también podría haber otras causas de su presencia en el lugar que también son consideradas por los investigadores de Estados Unidos. Considero que aún se necesitarán encontrar más pruebas directas sobre la ocupación de comunidades indígenas al archipiélago previa a la de los europeos, comentó a Infobae María José Figuerero, investigadora del Instituto de Arqueología de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.
En el extremo sur de América, el pueblo selk’nam u ona está demostrando que no está extinto, como aseguraban académicos y libros. Recuperando sus historias familiares y tradiciones, buscan el reconocimiento.
Los selk’nam, habitantes originarios de Tierra del Fuego, en el extremo sur de América, fueron dados por extintos.Imagen: CC BY-Martin Gusinde/Världskulturmuseet-NC-ND
Marcela Comte ahora entiende por qué su madre siempre mantenía las cortinas cerradas y tenía terror de abrir la puerta si golpeaban. El miedo la acompañaba, aun viviendo en el norte de Chile, a más de cuatro mil kilómetros de Tierra del Fuego, la remota isla de la cual provenía su abuelo.
Para Hema’ny Molina, la buena nota que obtuvo en un trabajo escolar sobre los pueblos indígenas australes, que decía que los selk’nam u ona estaban extintos, no era correcta. «Miraba a mi abuelo y mi mamá y sabía que eran ona. Le dije a mi profesora que mi trabajo estaba mal, que no estaban extintos, pero no tuve fuerza para decirle que soy ona», recuerda.
Así crecieron, lejos del territorio de sus ancestros y en medio de contradicciones, en una sociedad que oficialmente las daba por desaparecidas y en la que convenía callar. «Eso lo han vivido todas las familias. Lo pasamos muy mal en el colegio, recibimos burlas. Hasta que uno se empodera y no importa lo que digan. Pero todavía hay quienes no han pasado esa barrera del temor», dice Hema’ny Molina, hoy presidenta de la Corporación Selk’nam Chile.
Heman’ny Molina: «Fue tan violento, que la primera reacción de los niños fue callar y olvidar que eran selk’nam, porque de ello dependía la vida.»Imagen: CC BY-Martin Gusinde/Världskulturmuseet-NC-ND
«No se atreven a decirlo públicamente porque, como los libros dicen que no existimos, no se sienten seguros. ‘Dónde está tu pueblo’, te preguntan. Y crees que eres tú solo», agrega Marcela Comte, tesorera de la corporación. Ambas pertenecen a la Comunidad Covadonga Ona, que reúne familias que se autoidentifican como selk’nam en Chile (documentos oficiales los registran indistintamente como selk’nam o selknam).
La mayoría de los sobrevivientes del genocidio contra este pueblo terminó disperso por Chile y Argentina -países a los que pertenece Tierra del Fuego-, pero también muchos fueron embarcados en buques mercantes con destino incierto. «En algún momento, creímos que éramos la única familia con conciencia de venir de allá. Todas las familias lo han pensado, es un sentimiento de soledad muy grande», dice Molina.
Sobrevivientes del exterminio
Cuando el misionero y etnólogo alemán Martin Gusinde llegó a Tierra del Fuego en 1918, estimó que en la isla quedaban menos de 300 selk’nam. 50 años más tarde, la antropóloga Anne Chapman decretó que con la muerte de la supuesta última hablante estaban extintos. «Fuimos víctimas del genocidio físico y académico«, dice Molina.
Hoy los descendientes de quienes sobrevivieron al «genocidio físico y académico» protagonizan un proceso de autoidentificación y reemergencia.Imagen: CC BY-Martin Gusinde/Världskulturmuseet-NC-ND
El primer choque ocurrió con el paso de los navegantes y buscadores de oro, y el secuestro de indígenas que fueron presentados en exposiciones y zoológicos humanos en Europa. En la segunda mitad del siglo XIX, llegaron los pioneros con la ganadería ovina. Molina indica que, avaladas por los Estados de Chile y Argentina, «hubo verdaderas cacerías humanas. Se llegó a pagar una libra esterlina por hombre muerto. Tierra del Fuego está sembrada de cadáveres y muchos sin cabeza, porque las cortaban para venderlas a los museos.»
Hombres y ancianas eran asesinados y las jóvenes y niños secuestrados. Los hijos del mestizaje forzoso hablaban el idioma y se criaban como selk’nam, pero se les negó el derecho a serlo. Muchos terminaron en las misiones salesianas fuera de la isla, donde pretendieron salvar a los indígenas de las matanzas y evangelizarlos, pero cundieron enfermedades que los diezmaron. Los niños sobrevivientes fueron dados en adopción. Muchos perdieron sus nombres y crecieron sin saber sus orígenes.
«En el caso de los exiliados, sus hijos nacidos en el exterior no dejan de ser chilenos… Y, en nuestro caso, ningún selk’nam salió de Tierra del Fuego por voluntad propia», dice Hema’ny Molina.Imagen: María Luisa Rodríguez/Corp. Selk’nam Chile
«Hay un corte histórico en que nadie supo nada de nosotros. Fue tan violento, que la primera reacción de los niños fue callar y olvidar que eran selk’nam, porque de ello dependía la vida. El trauma familiar es muy grande, por eso todavía cuesta hablar», dice Marcela Comte.
De las historias familiares al reconocimiento
En el lado argentino de Tierra del Fuego, la comunidad indígena Rafaela Ishton ha tenido logros en derechos y garantías, lo que avala también la lucha de este pueblo en Chile. En el último censo en el país, 1.144 personas se reconocieron como selk’nam y la comunidad Covadonga Ona suma más de 200 miembros.
Además, hace cinco años que trabajan con la Universidad Católica Silva Henríquez -y ahora se suma la Universidad de Magallanes-, en la búsqueda de antecedentes sobre la sobrevivencia selk’nam en Chile. «Algunos solo tienen la sospecha y nada con qué probarlo, pero se miran al espejo y hay una tendencia inexplicable. Cuando empiezan a recabar la historia y las costumbres, encuentran un ancestro que fue adoptado, le cambiaron el nombre, y traspasó rasgos culturales que quedaron en la familia», indica Hema’ny Molina.
La antropóloga Constanza Tocornal, de la Universidad Católica Silva Henríquez, trabaja con ellos en la reconstrucción de memorias orales e historias familiares, y en la revisión de fuentes archivísticas y documentales.
«El reconocimiento cultural y político del pueblo selk’nam tiene que considerar que el genocidio dificulta la continuidad cultural. En estas memorias familiares, hay procesos íntimos de invisibilización, miedo y violencia sufrida hacia su posibilidad de autoidentificarse como un pueblo, al que la sociedad le decía que estaba desaparecido. Eso también es parte de los componentes identitarios», explica.
Miembros de la comunidad Covadonga Ona y de la Corporación Selk’nam Chile buscan que el Estado chileno les reconozca como etnia originaria, como ya ha ocurrido con otros nueve grupos.Imagen: María Luisa Rodríguez/Corp. Selk’nam Chile
El proceso legal de reconocimiento no tiene que ver con pureza sanguínea, aclaran en la corporación. Los pueblos cambian y aunque hoy no habiten en el territorio ni hablen la lengua, mantienen ciertos rasgos culturales. Ellos mismos descubren parecidos cuando se reúnen. Hay también ciertas prácticas y habilidades en las familias, como el trabajo textil o en cuero que, «una vez que se reconoce la posibilidad del ancestro selk’nam y lo contrasta con relatos etnográficos, encuentra mayor explicación», agrega Tocornal.
Hoy están en proceso de recuperar el idioma, que nunca se perdió del todo. Cada día reciben más consultas de colegios y universidades para que entreguen su testimonio, relata Marcela Comte: «Nos hacen muchas preguntas, les enseñamos algunas palabras y quedan maravillados de que estemos aquí y que los textos escolares estén equivocados.»
El Museo Municipal ‘Virginia Choquintel’ es reconocido como integrante del Circuito Nacional de Museos Argentinos (24 de julio, 2020) 13
En sus 21 años de vida, nunca se había iniciado la inscripción en la Dirección Nacional de Museos. La actual Gestión Municipal realizó los trámites pertinentes, a fin de poner en valor este emblemático espacio cultural e histórico de Río Grande.
El Municipio de Río Grande celebra que, desde el pasado 22 de julio, el Museo Municipal ‘Virginia Choquintel’ forma parte del Registro Nacional de Museos Argentinos.
Cabe recordar que el pasado 1º de junio, el Museo Municipal celebro 21 años de historia. Este predio, que fue donado por la Asociación Rural de Tierra del Fuego a mediados de los años `80, por la iniciativa de vecinos que emprendieron el ‘Centro Histórico Documental’, hoy se encuentra en pleno proceso de remodelación y actualización.
Si bien, la institución cuenta con 21 años de vida, nunca antes se había iniciado su inscripción en la Dirección Nacional de Museos. Por ello es que, desde principios del presente año, la actual Gestión Municipal comenzó los trámites pertinentes para que dicho espacio integre el Registro de Museos Argentinos.
Al respecto, el subsecretario de Cultura, Carlos Gómez, indicó que “es de suma importancia para el intendente Martín Perez y para esta gestión, el revalorizar el patrimonio cultural con el que cuenta la ciudad, teniendo en cuenta que va camino al centenario”, y agregó que “la decisión adoptada tuvo como principales fines justamente poner en valor el patrimonio local reguardado en el Museo y resignificar este espacio cultural e histórico de Río Grande”.
El Registro de Museos Argentinos (RMA) tiene como objetivo visibilizar la comunidad de museos de todo el territorio nacional, contribuyendo a la construcción de espacios de intercambio entre instituciones y el trabajo en conjunto con la Dirección Nacional de Museos, las autoridades de patrimonio y otros museos del país.
En este sentido, el Subsecretario señaló que “pertenecer al RMA, nos brinda la posibilidad, a través de su plataforma online, de ser consultados por profesionales de otros museos, como así también de quienes deseen visitarnos y conocernos”.
“Esta iniciativa, fundamental para abrir una pantalla al mundo, recrea la posibilidad de dar a conocer nuestras colecciones, actividades culturales desarrolladas desde el Museo Municipal ‘Virginia Choquintel’, como así también los programas educativos y todos los servicios que se prestan a lo largo del año”, remarcó.
Asimismo, Gómez destacó que “otro beneficio de integrar el RMA, es que también formaremos parte del Registro de Museos Iberoamericanos -RMI- del Observatorio Iberoamericano de Museos”.
Por último, el funcionario expresó que “desde la Subsecretaría de Cultura del Municipio aspiramos a generar distintas acciones teniendo como misión fundamental integrarnos, interactuar permanentemente con otras instituciones del área y ofrecer a nuestros visitantes una muestra de excelencia”.