Desde el Poder Ejecutivo Provincial se confirmó el hecho y se aseveró que el trabajo realizado “servirá para sentar las bases del plan de recuperación del área protegida”.
El equipo técnico del Ministerio de Producción y Ambiente dio cuenta de la finalización del relevamiento preliminar de todas las zonas dañadas por el incendio ocurrido el 30 noviembre de 2022, a poco más de un año del incendio declarado en la Reserva Provincial “Corazón de la Isla”.
Desde la mencionada cartera provincial se explicó que “para realizar el relevamiento, se llevaron a cabo tres campañas que totalizaron 15 días de trabajo técnico en territorio, a través de distintos equipos desplegados simultáneamente con personal de la Secretaría de Ambiente, para relevar un total de 140 puntos de muestreo, abarcando casi la totalidad el área afectada”.
La directora General de Biodiversidad y Conservación, María Luisa Carranza, precisó al respecto que “estos puntos o parcelas, fueron elegidos de manera aleatoria para obtener medidas y lecturas lo más objetivas posible de los resultados”.
“Lo que esperamos de todas estas tareas de campo, es obtener un diagnóstico completo del estado del área y a partir de esto, armar un plan tendiente a la restauración”, subrayó la funcionaria.
Por su parte, la bióloga Luciana Mestre, comentó que “en estas recorridas realizamos una serie de mediciones que nos permiten evaluar el tipo de ambiente afectado, qué tipo de plantas están brotando -nativas o exóticas-, qué tan afectado por el fuego está; si hubo supervivencia de regeneración de árboles nativos (lenga y ñire), y lo más importante, sobre todo en las áreas boscosas, si hay árboles adultos vivos o hay regeneración viva”.
“A su vez, se está avanzando en otros diagnósticos como el índice de severidad a través de contraste por imágenes, muestreos biológicos y de calidad de aguas en ríos y lagos, y recuentos generales sobre la abundancia de las plantas y organismos”, observó.
Desde la Secretaría de Ambiente se recordó que el ingreso al Área Natural Protegida “Corazón de la Isla” continúa cerrado y se indicó que “en caso de emergencia comunicarse inmediatamente al 103 o 911”.
Se trata del biólogo e investigador Gustavo Lovrich (CADIC-CONICET), quien aclaró que si bien la centolla “no es una especie en extinción, los rendimientos de la pesca son cada vez menores” debido a la “sobre pesca” realizada en la Isla en los últimos años, tanto del lado argentino como del chileno. Por su parte, el reconocido chef de Ushuaia, «Lino» Adillon, reconoció que “para proteger el ecosistema debemos estar permanentemente alertas al impacto que pueda generar el hombre”.
El biólogo e investigador Gustavo Lovrich (CADIC-CONICET) explicó las razones de la falta de centolla en Tierra del Fuego y atribuyó la situación enunciada a la “sobre pesca” realizada en la Isla en los últimos años, tanto del lado argentino como del chileno.
De todos modos, el especialista aclaró que no se trata de “un especie en extinción” sino de que “los rendimientos de la pesca (de dicho producto) son cada vez menores”
En diálogo con FM Master’s, Lovrich observó que este fenómeno se viene registrando “durante las últimas dos décadas”, en la que “son una minoría los ejemplares hembras en edad reproductiva que tienen huevos”.
“Esto ocurre no solamente aquí, sino también en Chile, donde la extracción de pesca es muy importante”, señaló, para alertar luego que “se trata de un muy mal signo, porque indica que la población no está saludable”.
El profesional explicó que “en una población saludable, por el contrario, de lo que sucede ahora, la mayoría de hembras en edad reproductiva deberían tener huevos”.
“La centolla demora siete años hasta llegar a la madurez sexual, el momento en el cual se puede reproducir” y que “las hembras se encuentran con los machos una vez al año y desde enero hasta octubre, llevan los huevos (de 30 mil a 150 mil), hasta el momento en el que nacen las larvas”.
Además precisó que “en los primeros estadíos de las centollas, debido a la fragilidad y poca supervivencia en esta instancia, se refugian en los gigantes bosque sumergidos de macroalgas (de la especie Macrocystis pyrifera o ‘cachiyuyo’) que bordean la costa fueguina”.
Tras anotar que “el principio de la extracción de poblaciones naturales es que se saca lo que crece de más” porque “de esa manera, se sabe que ese excedente se va a reponer, y entonces se puede volver a sacar”, Lovrich lamentó que “en la actualidad, estamos sacando el capital y no los intereses de esas poblaciones”.
“Ese capital se va agotando y el resultado es que no vemos hembras con huevos”, alertó, y advirtió que “si no fiscalizamos lo que ocurre, no vamos a conseguir buenos resultados” en dicha actividad, con el agravante de que como la centolla “está en el código genético de Ushuaia y Tierra del Fuego, hace a nuestra identidad y también es parte del turismo, como destino gastronómico”.
En ese sentido, consideró que el asunto “tiene que ver con el cuidado del ambiente y del mar que queremos preservar y que, muchas veces, desconocemos”.
En el mismo sentido, el reconocido chef local Luis “Lino” Adillon, reconoció que la centolla es el protagonista principal de lo que él llama el “recurso mar” de Tierra del Fuego y que, inclusive, “en el Canal de Beagle, muchísimos mejillones bivalvos, erizos, cholgas, almejas (blancas, negras, navajas), caracoles y una infinidad de peces, entre los que se destaca el róbalo, además del pejerrey y sardinas”.
“Los artesanos tienen acceso a una amplia canasta de recurso alimentario”, resaltó Adillon, quien agregó que “por otro lado, en la corriente circumpolar antártica tenemos la codiciada merluza negra y un poco de savorín y cojinova, que son productos de alta gama”.
En ese marco, comentó que “nosotros, como restorán, tratamos de brindar conocimiento a nuestros clientes, un conocimiento que proviene de los pescadores artesanales, de las lecturas y de la información que nos brindan los científicos del CADIC”.
El Chef aseguró que, en su restorán, siempre elige los productos de la pesca artesanal, antes que los industriales, porque los primeros “los obtenemos inmediatamente: frescos y recién sacados del agua”, por lo que “sólo optamos por los industriales cuando están agotados los de cercanía”.
Adiilon coincidió con Lovrich en que “para proteger el ecosistema debemos estar permanentemente alertas al impacto que pueda generar el hombre”, y en que “es un gran error suponer que somos capaces de manejar la naturaleza y eso se pone de manifiesto en el hemisferio norte, con el saqueo y el deterioro que ha hecho el hombre en el mar; allí, tenemos un ejemplo de lo que puede ocurrir si hacemos un mal manejo”.
“Hay que estar atentos y tener mucho cuidado, porque la sed del hombre por ganar plata lleva a la destrucción”, alertó.
Víctor Vargas Filgueira trabaja en el Museo del Fin del Mundo y es autor de “Mi sangre Yagán”. Artesano e investigador de la cultura de su pueblo, cuenta su historia y la de su comunidad. ¿Cómo es ser indígena en el siglo XXI?
Es domingo por la tarde, un hombre recorre las céntricas y vertiginosas calles de Ushuaia con su campera rompevientos azul y su mochila negra. Con paso seguro se dirige a la cafetería de la esquina de Rosas y San Martín donde lo esperan. Encuentra rápidamente la mesa y luego de pedirse un café, comienza la charla.
Cuénteme sobre usted, ¿quién es Víctor Vargas Filgueira?
Soy un integrante de la comunidad Yagán de Ushuaia. Estamos instituidos ante el INAI desde el año 2021, nos han reconocido después de muchos años de burocracia, de idas y vueltas de papeles. Mi madre es Catalina Yagán, pertenece a los últimos integrantes de aquel pueblo que fuera colonizado en los primeros años del 1900. Ella nació en 1930 y nos trajo su legado, sus costumbres, con la finalidad de conocerlas y emularlas, salvando las distancias, desde nuestro contacto siempre presente con la naturaleza.
Imagino que siempre supo que era Yagán pero ¿cuándo comprendió el significado histórico y cultural que implica?
Nosotros nacimos y sabíamos que pertenecíamos a ese pueblo, nos lo decían. Cuando empecé en la escuela no entendía, porque me decían que no existíamos más. Me contaban la historia desde un punto de vista muy cerrado y eso me impulsó a ser autodidacta, a pasar veinte años de análisis. Cuando mi madre podía ir a lugares como Punta Arena, en Chile, donde había más literatura que hablaba sobre los pueblos, siempre me traía un libro de regalo. Con 12 ó 13 años, la inquietud iba creciendo. Fue un proceso de redescubrirse uno mismo, de entender que el paso del tiempo fue dejando de lado a los pueblos originarios. Tenemos una conquista tangible, en la que se cazó indígenas, literalmente. Y luego estuvo la conquista oral, esa que llevó a que los pueblos empiecen a separarse, que digan: “No quiero ser indio y no quiero ser lo que se dice de ser indio.” Había algo que no podía explicar y que me llamaba a mi origen. Ello me llevó a no tener vergüenza de hurgar y cuando analizaba encontraba sabiduría. Pero sabía que la sociedad fueguina en ese momento, veinte años atrás, no estaba preparada para que alguien dijera: “Yo soy descendiente de Yagán.” Aún no era el momento de hablar, sabía que podía ser perjudicial para nosotros. Entonces, si bien existía un orgullo puertas adentro y hablábamos de las costumbres, afuera no había todavía que decirlo.
¿Qué fue lo que cambió para que dieran ese paso?
La sociedad cambió pero también lo hicieron los integrantes de nuestros grupos, quienes también están presentes en Puerto Williams. Sabíamos que éramos pocos, en la actualidad somos entre 150 y 200, así que dijimos “es ahora o nunca.” Eso nos llevó a tomar el toro por las astas y ver qué se podía hacer con el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI) Además, mi mamá ya era reconocida en la CONADI (Corporación Nacional de Desarrollo Indígena) en Chile. A muchos de los nuestros se los registró allí, somos un pueblo nómade que navegaba de Puerto Williams a Ushuaia permanentemente. Aunque no se conozca mucho, tenemos el Artículo 75, inciso 17 de la Constitución Nacional Argentina que habla del derecho de los pueblos, que el Estado los debe reconocer, tiene la obligación de hacerlo. Pero no se cumple y cuando te presentas, te piden todo tipo de documentación. A nosotros nos impulsó el encontrar a nuestro bisabuelo en literatura de investigadoares del pasado. Había que recuperar esa historia y como investigador familiar me resultó muy impactante. Mi mamá lo conocía como Tomás y al leer al sacerdote y antropólogo Martín Gusinde, ahí estaba él. Ese cura hizo un montón de trabajos de campo y entre los que no se llegaron a publicar encontré el nombre Asenewensis. Así descubrimos su nombre original, no Tomás, y al conocer la lengua supimos que había nacido en un lugar boscoso porque significa “hombre del bosque”. Todo eso te va llamando y atando cabos, estudiando llegamos hasta el día de hoy. Luego, con información que llegó de Chile, descubrí que era el Yekamush, es decir, el Chamán, el hechicero, el hombre sabio. Tuve la posibilidad de leer la ceremonia de duelo más importante que tenían los Yaganes, cuando muere mi bisabuela. Se me caían las lágrimas. Tuvo una vida excepcional. En ese ir descubriendo fuimos entendiendo la importancia que tenía poder formar esa comunidad y brindarle conocimiento a la gente. Por otro lado, entendimos la encrucijada en la que nos encontramos en relación al medio ambiente. La gente cree que nació como vivimos hoy: en la gran ciudad con los rascacielos y que no hay naturaleza. Por eso debíamos llevar nuestros saberes e incorporarlos a los museos, las escuelas. Es lo que necesita el planeta y la gente queda impactada con el mensaje porque es muy sencillo y no hay un libreto, todo viene del conocimiento.
«¿Qué nos deja a nosotros el arqueólogo, el historiador, el artista? Había un chico que había grabado distintos audios de Tierra del Fuego entre las que estaban los cantos de las abuelas del pueblo Yagán, tenía dieciséis premios internacionales», cuenta Vargas,
Tuvo la oportunidad de ir a la Sorbona de París, ¿cuál es la mirada que tienen allí respecto a los pueblos originarios? ¿Hay diferencias en relación a nuestro país?
En la sociedad en general hay mucha ignorancia. Tal vez la gente más vinculada al ambiente tiene más curiosidad, más interés. Nosotros estuvimos diez días en el sur de Francia, en Bayona, donde se hizo un festival en honor a los pueblos originarios de Tierra del Fuego. Todo aquel que trabajaba en relación a los pueblos fue invitado y presentaba su temática. Había un panel donde nosotros interactuábamos y decíamos qué nos había parecido y en qué fallaban. Pero era muy curioso porque nadie había pedido autorización, nosotros no sabíamos nada. Llegamos junto con un hermano Yagán y una hermana Selk’nam, del pueblo del norte. A ella le mostraron un libro con una entrevista que le habían hecho tiempo atrás y nunca le dijeron para qué era. Hubo momentos en los que tenías que pararte e irte porque era una locura lo que hacían. Un chico de Gran Bretaña, desnudo con plumas pegadas al cuerpo y con un slip, haciendo un baile y sonidos en los que buscaba mostrar la colonización de Tierra del Fuego, pero era tan loco el baile que terminaba siendo una falta de respeto. Hay cosas que la gente no entiende, cuando respetas y sos respetado, tenes que saber que nadie entra a la casa de alguien, le saca los cuadros, los audios de la abuela y se lo llevan para mostrar y lucrar en otros lados. Eso forma parte de la privacidad. ¿Qué nos deja a nosotros el arqueólogo, el historiador, el artista? Había un chico que había grabado distintos audios de Tierra del Fuego entre las que estaban los cantos de las abuelas del pueblo Yagán, tenía dieciséis premios internacionales. Está perfecto que vos trabajes con eso pero anda a la casa de las abuelas y fijate cómo están, no les dejaste nada a ellas. Existe un video realizado por franceses en el año 1925 donde está mi bisabuelo. Los derechos los tiene una familia francesa y yo no tengo ningún tipo de derecho. Es muy loco, muy contradictorio.
Ustedes conformaron la Comunidad Paiakoala. ¿Cuáles son los proyectos, ideas y luchas que tienen por delante?
Paiakola significa “gente de la playa”. Mi proyecto ahora es personal porque vi que la burocracia te para, te frena. Es muy difícil tener un proyecto de tierra cuando el INAI me lo puede dar dentro de treinta años o incluso más, cuando ya me esté por ir de este mundo. Si es que me lo da. Cuando obtuvimos la personería comenzamos con el relevamiento territorial, se trata de decir “vengan a ver las tierras que quiero para mi comunidad”. Estamos en 2023 y aun no vinieron, ni si quiera nos conocen cara a cara.
¿Se trató de una cuestión de un título pero las cosas no cambiaron?
Por eso no simpatizo con ningún partido político, trato de que mi corazón me diga “este es más sincero que los otros”. Hoy lo único que quieren es la foto y nosotros, como sociedad en general, somos un número para ellos. Por eso no me ato a nadie y a mis jefes del museo en el que trabajo les digo: “Vos sos político cuatro años pero yo soy Yagán toda la vida”. En el Congreso del Patrimonio Patagónico, una vez me dijeron que nos teníamos que empoderar. Yo ya venía empoderándome por eso soy respetado en mis charlas, todos comprenden que el mensaje está bueno y cuando me decían que me iban a poner un libreto yo contestaba que entonces me iba. Yo respondo a mi sentido común y a eso apelo en mis charlas. Si yo digo que termino de hablar y me voy volando a casa, no me crean porque nadie puede volar. Nos dijeron que íbamos a cruzar la estratósfera y nos van seguir diciendo cosas, hay que estar atentos porque de eso depende el futuro de nuestros hijos. La posibilidad de estar en los dos ámbitos genera una apertura mental y permite decir “esto sí y esto no”. Tenemos que ponernos a la altura del llamado “blanco” y trabajar con las mismas herramientas que tienen ellos. La Constitución Nacional, los artículos que nos amparan, las leyes de derecho a la tierra, hay que conocerlo todo. Esa es la forma de luchar. Y hay que dejar de tener la autoestima cinco metros bajo tierra. Se trata de estar equilibrado, no me subestimes porque vengo de un pueblo subestimado y si lo seguís haciendo, tenés todas para perder.
«Nos queda algo que es fundamental y que se lo hago ver a la gente: venimos de la naturaleza. Es cuestión de ir a un campamento y ver lo distendido que estás y darte cuenta lo apretado que te sentís en el cemento», subraya Vargas.
¿Cuál es el mensaje que da en el museo, qué quiere transmitirle a la gente?
En principio, tengo el pensamiento de que si el “indígena” no iguala al “blanco” nunca va a luchar por sus derechos. Tenemos que igualarlos primero, figurativamente hablando. Lo principal de mi mensaje es que ellos eran y somos seres humanos. Luego de eso los elevo, contando lo hermoso que tenían, todo su contenido, sus costumbres, el trabajo en equipo, la carencia de pertenencia, de sentido de propiedad. La gente queda asombrada y piensa ojalá fuéramos así porque nosotros, hoy en día, queremos todo lo que tienen los demás. Ellos no vivían en ese mundo y hay que darlo a conocer para lograr un 10% de eso. No se trata de volver a sacarnos la ropa, mi anhelo es que todo el mundo tenga en el bolsillo la cuestión del origen de su identidad. Por eso todo lo que es el “baby shower”, el “happy hour”, todo eso lo destruyo en mi charla también. No nos colonizan, nos colonizamos nosotros hoy en día. Saquemos lo que no nos sirve y tomemos ese trabajo en equipo, la cooperación familiar, los nenes cuidando el fuego con los abuelos, la mamá remando. ¿No hay una familia hoy que podría llegar a ser así? Muestro aquello que no se ve, abro ojos que están cerrados o que tienen una anteojera. Yo vine a este mundo a brindar un testimonio, a dar a conocer que los Yaganes estamos vivos, que existe un mensaje natural y que debemos tener una acercamiento con la naturaleza. Siempre doy el ejemplo del castor: si en la mesa que designó la llegada de ese animal a Tierra del Fuego hubiese estado sentado un integrante de los pueblos originarios, o alguien con conocimiento natural, hubiera advertido y explicado por qué no. Hay que dejar en claro que el sistema ecológico funciona a la perfección donde sea, no hay que cambiarlo. Nosotros conocemos, sabemos porque nos hemos criado rodeados de animales, entendemos la naturaleza. En la actualidad, con la artificialidad en la que vivimos hemos perdido mucho.
Por fuera de la comunidad Yagán, ¿qué le queda a la sociedad actual de este pueblo?
Nos queda algo que es fundamental y que se lo hago ver a la gente: venimos de la naturaleza. Es cuestión de ir a un campamento y ver lo distendido que estás y darte cuenta lo apretado que te sentís en el cemento. Es algo que tenemos todos, no se perdió, el humano sigue siendo humano. Cuando vas a tomar mate no elegís la escalera de cemento sino que vas a la placita, buscas pasto, un árbol. La naturaleza nos llama, el origen nos está llamando. Tal vez aquí los ancestros estén más cerca porque está más fresca la huella de aquella conquista, de ese asesinato. Mucha gente tiene esa inquietud al venir acá, hay energía. Quizá sea así. Una vez me preguntaron en un coloquio sobre el cambio climático, si tenía esperanzas de que pueda cambiar la situación. Y sí, si no me quedaría en mi casa haciendo zapping. Todos somos humanos y sé que en el fondo tenemos esa naturaleza. Poder hablarle y llegarle a chicos que tal vez han salido poco a esa naturaleza, llevarles la canoa, la cesta que las pasan de mano en mano y ver que la observan, la olfatean. Y luego observar cómo les queda la lengua Yagan cuando yo les digo: “Apasha” que es hola y “Ala Yala”, hasta pronto. Cuando me encuentran en el supermercado y me dicen “¡Apasha!”. Esa es la semilla que yo se que está. Todos tenemos un origen y los que se dicen “blancos” no tienen idea de dónde salieron en el planeta y cuánta migración genética tienen dentro. ¿Cuál es la idea mía? Que quienes tenemos el origen cerca y lo conocemos perfectamente podamos empujar a los otros. Y si no encontrás tu origen, hacete amigo de los originarios. Esa es mi esperanza y las generaciones que vienen se interesan más, hacen más preguntas y como dicen ellos, ya no se les puede “mandar fruta” y con esa mirada es todo más fácil.
Cuénteme sobre el proceso de escritura de su libro “Mi sangre Yagán”
Mi libro es fruto de todas las inquietudes que tenía, contradicciones que veía. Yo digo que soy un espía, soy un “indígena” infiltrado en el mundo de los “blancos” y por eso puedo dimensionar. Yo tomé la comunión pero después decidí no hacer la confirmación porque me dije: “Ese que está ahí no bajó del cielo, no es un santo en la tierra”. También notaba cómo en todas las religiones se dejaba fuera a la naturaleza. Nosotros creemos que Warauinewa creó al Yagán, al animal, a las plantas y a la geografía en la que vivimos. Eso se llama inclusión, lo otro es la idea del ser humano por encima de todo lo demás. Quiero que se incorpore el cariño por la naturaleza pero sobretodo entender, rápido y bien, que el árbol tiene vida y que no podemos ir con hachas y tirarlo abajo. Cuando estaba en el colegio y me decían que no había más de nosotros, sentía que me mentían y hoy, con toda la inocencia de un niño, no quiero que nos mientan más. Por eso hice este libro y estoy trabajando en el segundo para hablar de nuestra existencia, de todo lo lindo de la vida de nuestro pueblo. Me ha dicho gente que ha pasado por todas los estados mientras lo leía y a mí me pasó eso mientras lo escribía. Es un libro para pensar diferente, para quererse, para entender lo que significaba estar juntos y ver la preocupación respecto a qué será de nuestras vidas, que está siempre presente. Me preguntan cómo logré escribir un libro sobre una época en la que no estaba y yo digo que quizá Assenewesis está en mí, hay más de él en mí de lo que yo creo. Pero además el libro tiene mucho conocimiento natural, yo conozco todo el archipiélago y cómo afecta el humano a la naturaleza. Por eso cuento cómo ellos iban notando que el “blanco” había avanzando por allí y afectaba todo en su camino.
¿Hay diferencias entre Chile y Argentina en relación a la burocracia?
No, es igual en todos lados. En Francia te ponen los carteles en francés y en bretón, hasta ahí llegan. Hay que entender que pueblos originarios hubo en todos lados: en Francia, en Australia, Gran Bretaña. Pero los Estados de todo el planeta utilizan el capitalismo para respirar. Por eso cuando me preguntan por los derechos de los pueblos, por más que yo sea el Intendente de Tierra del Fuego y diga “a partir de ahora no ingresa nada del comercio, vamos a autoabastecernos”, los demás me masacran. Todos los revolucionarios quisieron salir del sistema capitalista y el imperialismo con Estados Unidos arriba y los llamados “países del primer mundo” lo impidieron, están todos unidos. Si alguien quiere hacer algo diferente, le aplastan la cabeza. El revolucionario siempre está mal mirado. Por eso se odia a los Kirchner porque les dijeron basta a los “platudos”, démosle algo a los demás. Sentido común y objetividad. Un hombre que pagó la deuda externa, no deberíamos ni hablar de él. Se trata de pensar cómo estás viviendo hoy y cómo estabas viviendo antes.
¿Cuál es su opinión respecto a los conflictos que hubo en el último tiempo en la Patagonia con los pueblos originarios? Y en especial la manera en la que lo retratan los medios
Volvemos a la Campaña del Desierto, a la historia de la humanidad. Yo te dejo ver a vos lo que me conviene y lo que no, no. Luego hay gente con poder que te arma distintas situaciones. Puedo pagarles a diez personas para que armen la escena del crimen y te hago ver como culpable. Esto es así. La hegemonía del poder hace que el mensaje sea más fuerte y mucho más disperso. En Chile, una vez había un experto en guerrilla que analizaba un galpón que supuestamente habían quemado los mapuches con pasamontaña y decía: “Esos movimientos que tienen, son de profesionales.” Los reconocía. A veces doy ejemplos en mi charla y digo: “Si ustedes se ponen un pasamontañas, van a romper un vidrio y luego dicen que fue Víctor reclamando por los derechos de los Yaganes, entonces cualquiera puede ser Víctor. Cuidado.” Todo armado. Pero es fácil para el presidente de Chile, o cualquier persona de poder, mandar gente a hacer desmanes y luego decir “los mapuches”. Lo mismo sucede en Argentina. Por eso, el sentido común es el que desbarata todas esas cuestiones, lo que puede llegar a ser y lo que no.
Al principio comentaba que tiene un proyecto personal pero ¿qué deseo o intención tiene para su pueblo?
Yo tengo un proyecto en comunidad que lo veo verde por eso prefiero seguir con el propio de divulgar en donde sea. Tengo contactos y la posibilidad de dar entrevistas permanentes para que se sepa que existimos, que estamos en Ushuaia, en Puerto Williams. Pero, además, tengo un proyecto de tener un lugar específico donde construir un sector ancestral y un sector de granja sustentable y mezclarlo con turismo. Un emprendimiento en el que los mismos Yaganes guíen, muestren, enseñen la naturaleza y te permitan volver a ella. Hacer un museo que enseñe quiénes somos nosotros. Está diseñado como un sueño de vida pero con el tiempo lo estuve descartando. Tal vez mañana asume otro presidente y decreta que nos den las tierras y se convierte en realidad. También necesitamos ese espacio para sepultar a los paisanos que, de lo contrario, van a parar a tierra común. Ojalá la vida me dé la oportunidad de ver eso. También hay muchos Yaganes y miembros de pueblos originarios con necesidades, no todos tienen la posibilidad de trabajar en un museo y tener un sueldo por mes. Entonces equilibrar la balanza y saber que el que no quiere hablar o hacer artesanías, no tiene que hacerlo pero puede manejar una combi, llevar gente al recorrido, cobrar los tickets. Hay un montón de salidas laborales pero lo ideal es que sean todos Yaganes los que trabajen ahí.
Después, el sueño familiar que llevo adelante y que involucra a mis hijos, un par de hermanos y que tiene que ver con la artesanía. Pero ojalá se logre el otro sueño, que es como vivíamos nosotros e incluye a toda la comunidad.
El pasado sábado 2 de julio por la mañana chilenos y argentinos, navegantes, kayakistas, activistas, referentes de organizaciones sociales y miembros de las comunidades Yagán y Kawesqar se reunieron en el centro de la ciudad de Ushuaia para celebrar el aniversario de la sanción de la Ley 1.355, que reguló la salmonicultura en Tierra del Fuego e Islas del Atlántico Sur, prohibiendo el desarrollo de esta industria en el mar posicionando al país como el primero en tomar una decisión de tal magnitud en cuanto al cuidado del ambiente e incorporando a la creación de políticas públicas la participación ciudadana y la visión de los pueblos originarios sobre el cuidado de la naturaleza.
De la jornada participaron el Club Náutico AFASyN y embarcaciones de la comunidad náutica de Tierra del Fuego, el programa marino Sin Azul No Hay Verde, Canal Fun, Patagonia, el chef Lino Adillon, Greenpeace Andino, la Sociedad Civil por la Acción Climática de Magallanes, representantes de la Comunidad Yagán de Ushuaia y Navarino y representantes de la Comunidad Kawesqar.
David Alday, representante de la comunidad Yagán de Navarino, afirmó “En esta parte del planeta hemos demostrado que límites no existen si de mantener y cuidar nuestros entornos y lo que en ello habita se trata, la conexión con nuestra cosmovisión es tan imprescindible que no dudamos en activarnos y actuar, en protección de lo que es nuestra vida, nuestros ecosistemas, cargados de una mirada patrimonial ancestral única en el planeta, por ello nuestro trabajo debe estar a la altura en zonas de cuidado como es el extremo austral, tanto de Chile, cómo Argentina. Al celebrar este año de la ley que prohíbe la salmonicultura en el lado argentino da señas que el trabajo realizado no es en vano, que las convicciones y esfuerzo social es potente y verídico, con sólidos argumentos que llevan a manifestar el sentido común que nos comunica la protección de nuestros espacios y entornos rebosantes de vida y vírgen naturaleza.”
En un evento sin precedentes, en mayo del 2021 argentinos y chilenos unieron el Canal Beagle desplegando una bandera, para pedir por la sanción de la ley que reguló la salmonicultura en Argentina y fortalecer el reclamo común de proteger el Canal y los ecosistemas marinos del fin del mundo. Este año, para celebrar aquella decisión y seguir sumando esfuerzos para la protección de ambos lados del Canal, la comunidad volvió a unirse. ya que la industria estaría intentando reactivarse en Puerto Williams y, por otro lado, apoyar la causa de los hermanos chilenos que solicitan al gobierno que frene el avance de la salmonicultura.
«Es muy emocionante revivir el enorme triunfo alcanzado en Tierra del Fuego, donde gracias a las organizaciones , comunidad local y legisladores, se logró de manera unánime proteger el Canal de Beagle, ícono de la provincia. Es un verdadero ejemplo sobre cómo hacer las cosas correctamente, con un debate abierto y participativo y comprendiendo que al proteger el medioambiente protegemos también a la sociedad en su conjunto. El canal de Beagle debe ser protegido de manera integral, y es por ello que hoy, a un año de esta histórica ley, le exigimos al gobierno chileno que rechace todas las concesiones en trámite en Puerto Williams, la información técnica ya está disponible para fundamentar la decisión. Se debe seguir el ejemplo del lado argentino que puede celebrar sus buenas decisiones» declaró Estefanía González, Coordinadora de Océanos de Greenpeace Andino.
Las salmoneras amenazan la biodiversidad, la salud de los habitantes y el desarrollo económico. En 2019 el pueblo chileno Puerto Williams, frente a la ciudad Ushuaia, fue pionero en proteger el Beagle y expulsando a las salmoneras de su región.
A diferencia de Chile donde la industria ha ocupado muchos territorios, la provincia fueguina es el único lugar del país donde la industria podría instalarse. Con la aprobación de la Ley el año pasado, Tierra del Fuego fue en el primer lugar del mundo en prohibir la industria antes de que se instale y de esta manera se convirtió en un ejemplo del cuidado de un modelo económico y productivo sostenible, que respeta tradiciones culturales y prácticas artesanales que generan puestos de trabajo genuinos e ingresos por turismo y por la comercialización de productos locales. Esta decisión tuvo impacto a nivel global, ya que muchas comunidades costeras en todo el mundo que sufren los impactos de la industria, también están pidiendo que se retiren las jaulas del mar.
“La división entre Chile y Argentina está lejos de ser una realidad, se evidencia en los territorios desde el NOA hasta la Patagonia. Las regiones tienen una dinámica que va más allá de los límites políticos. La naturaleza y la cultura están íntimamente relacionadas y el tema de las Salmoneras en el Canal Beagle funcionó como resaltador. En en los últimos años la postura quedó más que clara con acciones que se hicieron en conjunto; no queremos industrias destructivas, queremos trabajar cada vez más unidos en pos de un futuro sostenible, hermanado con la dinámica de la naturaleza, a través de la revalorización de la cultura de los pueblos indígenas, actividades como el turismo de naturaleza y todo lo que la región ofrece. En 2021 esta unión le permitió al gobierno Argentino entender qué significan las salmoneras para su pueblo, hoy lo tiene que entender el Estado chileno” declaró David Lopez Katz, integrante del programa marino Sin Azul No Hay Verde.
Hoy las comunidades chilenas piden que las salmoneras salgan de áreas protegidas y de dónde habitan las comunidades indígenas que ven afectada su forma y desarrollo de vida. Exigen también que se frene toda expansión de la industria a través del rechazo a nuevos proyectos y el freno a los aumentos de los niveles de producción. Que se retiren progresivamente de las zonas frágiles como los fiordos y canales y por último que se sancionen con la pérdida de concesiones a las empresas y centros que hayan provocado o cuenten con desastres ambientales.
Desde que empezaron a reclamar por un Canal Beagle libre de salmoneras, los chilenos lograron que la Corte de Apelaciones de Punta Arenas detuviera el inicio de las labores de producción de la empresa salmonera Nova Austral en el Canal Beagle, ubicado en la región de Magallanes. También sacaron jaulas que ya estaban instaladas y listas para la producción y consiguieron que se le diera caducidad a las concesiones acuícolas otorgadas hasta ese momento. Además, detuvieron la expansión de la industria en la región de Magallanes a través de distintas acciones legales. En el caso de Puerto Williams, el reclamo es poder avanzar con el Espacio Costero Marino para Pueblos Originarios (ECMPO) de la comunidad Yagán, que es una forma efectiva y concreta de poder proteger esta zona de las distintas amenazas como la salmonicultura.
Chile está desde el año 2018 en alerta por la constante amenaza de las concesiones que aún se encuentran activas administrativamente en el Beagle . Cuatro fueron removidas, pero quedan ocho, detenidas por acción de la comunidad indígena a través de la presentación de solicitud ECMPO, que permite solicitar la administración y a la vez paraliza todo proyecto existente.
Esta historia no se termina con la sanción de la Ley 1.355. La visión colectiva y global del lugar que ocupamos en el mundo y la necesidad de protegerlo se vio fortalecida frente a su inminente amenaza. El mar es un solo y la comunidad de Argentina y Chile seguirán unidas en pos de su conservación. Tierra del Fuego tomó una decisión pionera que hoy es celebrada por aquellos que la viven y por el resto del mundo que quiere seguir su camino.
En “Mi sangre yagán”, Víctor Vargas Filgueira recorre relatos desconocidos de sus ancestros y cómo fueron colonizados. Infobae Cultura dialogó con el autor
“Yo soy miembro de un pueblo en el que el rostro de mi abuelo ilustra la tapa del libro Mi sangre yagán, ahua saapa yagán (La Flor Azul)”. Así se presenta Víctor Vargas Filgueira, de 50 años, que sigue viviendo en los mares del sur de sus ancestros, en Ushuaia, y cuya obra combina historia oral e investigación sobre uno de los pueblos originarios más olvidados.
Quizás la razón se encuentre en las continuas matanzas que provocaron que miles de yagán (también yagan o yámana) se hayan convertido sólo en cien sobrevivientes en apenas tres décadas. Aquellos hombres de las canoas que eran avezados cazadores de lobos de mar, de delfines y que recolectaban todo tipo de moluscos, desde almejas a erizos, fueron objeto de la persecución para que sus territorios fueran convertidos en estancias inglesas, es decir, que transformaran las tierras ancestrales en favor del colonialismo de principios del siglo XX.
Pero el libro muestra una cotidianidad de un pueblo desconocido, pero que está acá, en el sur, y a su vez revela cómo el diezmar a los yagán limitó el conocimiento sobre la cultura de los mares del sur.
Orundellico, su nombre yagán, o Jemmy Button, el que le colocaron los secuestradores
Uno de los yagán más conocido, por las penurias sufridas a mano de Charles Darwin, es Jemmy Button, quien fuera secuestrado y llevado a Inglaterra con tres personas más de distintas etnias de la región, donde fueron examinados, luego exhibidos, más tarde convertidos en sirvientes que hablaban el inglés, antes de que Darwin, el teórico de la evolución de las especies, los devolviera a los mares del sur. Este es otro capítulo del salvajismo colonial, que también fue ubicado en los alrededores de Tierra del Fuego. Esto ocurrió medio siglo antes de las narraciones que componen a Mi sangre yagán.
-¿Cómo fue que el colonialismo hizo que se llevara de miles a cien yaganes en treinta años?
-Las crónicas coloniales lo atribuyen a las enfermedades, pero eso es un 0 por ciento de lo que sucedió en el exterminio. Hubo cercenamiento de cabezas, de orejas y unos terratenientes cuyos descendientes tienen todavía latifundios y que nos cazaban para poder criar en nuestros territorios sus ovejas. En nuestro territorio esos cazadores son todos ingleses, irlandeses, escoceses, no hay alemanes ni de otra nacionalidad. El cazador más cruel era un escocés llamado McLeland.
«Mi sangre yagán, ahua saapa yagán» (La Flor Azul), de Víctor Vargas Filgueira
-También hubo alguno con buenas intenciones, según el libro, como el antropólogo alemán Martín Guisinde.
-Como hoy, que hay gente buena y gente mala, como en la historia de la humanidad. Un Alvear de ese tiempo decía “al indio ya lo tuvimos, tenemos para nosotros a la mujer, a los niños, los hacemos nuestros sirvientes”. Una historia horrorosa que pasó. Tierra del Fuego no tiene un territorio extenso, cada pueblo no superaba los seis mil habitantes, y eso facilitó el trabajo de exterminio. Y luego de la matanza, fueron tomados como mano de obra gratuita en las estancias de los gringos.
-¿Hoy existen miembros de la etnia yagán que conserven sus costumbres?
-Esa pregunta proviene de un estudio colonizado también. Vos querés que mi comunidad o yo estemos desnudos trabajando en una canoa de corteza. Yo tengo un celular en el bolsillo porque no podría servir cazar en una canoa o recolectar como hacía mi gente. Eso nos dejó el pensamiento hegemónico que dice que si sos indio tenés que tener una característica, por ejemplo, una vincha, pelo largo. No hay yagán que pueda emular a mi abuelo y si un documental va a la Amazonia, seguro tiene puestas unas zapatillas Nike. Yo soy primer consejero de la etnia yagán, pero lo único que se puede señalar es que soy de una contextura pequeña, porque mi pueblo cazaba en canoa de corteza y los yagán tienen alrededor de 1,50 de estatura en promedio, mientras los ethan tienen 1,80 porque caminaban la tierra; todos se iban formando por la forma que les tocó vivir. Hay algún vínculo que nos permite reunirnos con nuestros ancestros, y después una posibilidad más marcada de comer peces de mar, porque venimos de ella.
Tres protagonistas de la historia yagán
-El libro muestra una serie de ceremonias, también con fotografías, en las que se pintan la cara o el cuerpo, ¿a qué responde esto?
-Es como Papá Noel y la Navidad. El hombre necesita celebrar. Y cuando nuestro pueblo necesitaba una ceremonia de creencia, espiritual, la quina del yagán era una ceremonia para recrear el bien y el mal. El hombre siempre necesitó recrear el bien y el mal y los yagán usaban esto sobre todo con nuestros jóvenes. La pintura negra iba a ser de maldad y la roja de bondad.
-Las mujeres parecían pintarse la cara.
-Las mujeres se hacían líneas en la cara, en la que el rojo era alusivo al buen espíritu y el blanco era ceremonial.
-Usted dice que su abuelo era el hechicero y los yaganes en el libro dicen varias veces que no deben dejar que se sepa su conocimiento. ¿Cómo funcionaba esto?
-El que vino siempre se creía superior y tanto que entonces los nuestros decían “no te voy a mostrar lo que sabemos”. Era una lógica de la protección.
Las fotos que esta nota muestra dan cuenta de una sociedad con sus ritos, personas, celebraciones y juegos. Los yagán.