El pasado sábado 2 de julio por la mañana chilenos y argentinos, navegantes, kayakistas, activistas, referentes de organizaciones sociales y miembros de las comunidades Yagán y Kawesqar se reunieron en el centro de la ciudad de Ushuaia para celebrar el aniversario de la sanción de la Ley 1.355, que reguló la salmonicultura en Tierra del Fuego e Islas del Atlántico Sur, prohibiendo el desarrollo de esta industria en el mar posicionando al país como el primero en tomar una decisión de tal magnitud en cuanto al cuidado del ambiente e incorporando a la creación de políticas públicas la participación ciudadana y la visión de los pueblos originarios sobre el cuidado de la naturaleza.
De la jornada participaron el Club Náutico AFASyN y embarcaciones de la comunidad náutica de Tierra del Fuego, el programa marino Sin Azul No Hay Verde, Canal Fun, Patagonia, el chef Lino Adillon, Greenpeace Andino, la Sociedad Civil por la Acción Climática de Magallanes, representantes de la Comunidad Yagán de Ushuaia y Navarino y representantes de la Comunidad Kawesqar.
David Alday, representante de la comunidad Yagán de Navarino, afirmó “En esta parte del planeta hemos demostrado que límites no existen si de mantener y cuidar nuestros entornos y lo que en ello habita se trata, la conexión con nuestra cosmovisión es tan imprescindible que no dudamos en activarnos y actuar, en protección de lo que es nuestra vida, nuestros ecosistemas, cargados de una mirada patrimonial ancestral única en el planeta, por ello nuestro trabajo debe estar a la altura en zonas de cuidado como es el extremo austral, tanto de Chile, cómo Argentina. Al celebrar este año de la ley que prohíbe la salmonicultura en el lado argentino da señas que el trabajo realizado no es en vano, que las convicciones y esfuerzo social es potente y verídico, con sólidos argumentos que llevan a manifestar el sentido común que nos comunica la protección de nuestros espacios y entornos rebosantes de vida y vírgen naturaleza.”
En un evento sin precedentes, en mayo del 2021 argentinos y chilenos unieron el Canal Beagle desplegando una bandera, para pedir por la sanción de la ley que reguló la salmonicultura en Argentina y fortalecer el reclamo común de proteger el Canal y los ecosistemas marinos del fin del mundo. Este año, para celebrar aquella decisión y seguir sumando esfuerzos para la protección de ambos lados del Canal, la comunidad volvió a unirse. ya que la industria estaría intentando reactivarse en Puerto Williams y, por otro lado, apoyar la causa de los hermanos chilenos que solicitan al gobierno que frene el avance de la salmonicultura.
«Es muy emocionante revivir el enorme triunfo alcanzado en Tierra del Fuego, donde gracias a las organizaciones , comunidad local y legisladores, se logró de manera unánime proteger el Canal de Beagle, ícono de la provincia. Es un verdadero ejemplo sobre cómo hacer las cosas correctamente, con un debate abierto y participativo y comprendiendo que al proteger el medioambiente protegemos también a la sociedad en su conjunto. El canal de Beagle debe ser protegido de manera integral, y es por ello que hoy, a un año de esta histórica ley, le exigimos al gobierno chileno que rechace todas las concesiones en trámite en Puerto Williams, la información técnica ya está disponible para fundamentar la decisión. Se debe seguir el ejemplo del lado argentino que puede celebrar sus buenas decisiones» declaró Estefanía González, Coordinadora de Océanos de Greenpeace Andino.
Las salmoneras amenazan la biodiversidad, la salud de los habitantes y el desarrollo económico. En 2019 el pueblo chileno Puerto Williams, frente a la ciudad Ushuaia, fue pionero en proteger el Beagle y expulsando a las salmoneras de su región.
A diferencia de Chile donde la industria ha ocupado muchos territorios, la provincia fueguina es el único lugar del país donde la industria podría instalarse. Con la aprobación de la Ley el año pasado, Tierra del Fuego fue en el primer lugar del mundo en prohibir la industria antes de que se instale y de esta manera se convirtió en un ejemplo del cuidado de un modelo económico y productivo sostenible, que respeta tradiciones culturales y prácticas artesanales que generan puestos de trabajo genuinos e ingresos por turismo y por la comercialización de productos locales. Esta decisión tuvo impacto a nivel global, ya que muchas comunidades costeras en todo el mundo que sufren los impactos de la industria, también están pidiendo que se retiren las jaulas del mar.
“La división entre Chile y Argentina está lejos de ser una realidad, se evidencia en los territorios desde el NOA hasta la Patagonia. Las regiones tienen una dinámica que va más allá de los límites políticos. La naturaleza y la cultura están íntimamente relacionadas y el tema de las Salmoneras en el Canal Beagle funcionó como resaltador. En en los últimos años la postura quedó más que clara con acciones que se hicieron en conjunto; no queremos industrias destructivas, queremos trabajar cada vez más unidos en pos de un futuro sostenible, hermanado con la dinámica de la naturaleza, a través de la revalorización de la cultura de los pueblos indígenas, actividades como el turismo de naturaleza y todo lo que la región ofrece. En 2021 esta unión le permitió al gobierno Argentino entender qué significan las salmoneras para su pueblo, hoy lo tiene que entender el Estado chileno” declaró David Lopez Katz, integrante del programa marino Sin Azul No Hay Verde.
Hoy las comunidades chilenas piden que las salmoneras salgan de áreas protegidas y de dónde habitan las comunidades indígenas que ven afectada su forma y desarrollo de vida. Exigen también que se frene toda expansión de la industria a través del rechazo a nuevos proyectos y el freno a los aumentos de los niveles de producción. Que se retiren progresivamente de las zonas frágiles como los fiordos y canales y por último que se sancionen con la pérdida de concesiones a las empresas y centros que hayan provocado o cuenten con desastres ambientales.
Desde que empezaron a reclamar por un Canal Beagle libre de salmoneras, los chilenos lograron que la Corte de Apelaciones de Punta Arenas detuviera el inicio de las labores de producción de la empresa salmonera Nova Austral en el Canal Beagle, ubicado en la región de Magallanes. También sacaron jaulas que ya estaban instaladas y listas para la producción y consiguieron que se le diera caducidad a las concesiones acuícolas otorgadas hasta ese momento. Además, detuvieron la expansión de la industria en la región de Magallanes a través de distintas acciones legales. En el caso de Puerto Williams, el reclamo es poder avanzar con el Espacio Costero Marino para Pueblos Originarios (ECMPO) de la comunidad Yagán, que es una forma efectiva y concreta de poder proteger esta zona de las distintas amenazas como la salmonicultura.
Chile está desde el año 2018 en alerta por la constante amenaza de las concesiones que aún se encuentran activas administrativamente en el Beagle . Cuatro fueron removidas, pero quedan ocho, detenidas por acción de la comunidad indígena a través de la presentación de solicitud ECMPO, que permite solicitar la administración y a la vez paraliza todo proyecto existente.
Esta historia no se termina con la sanción de la Ley 1.355. La visión colectiva y global del lugar que ocupamos en el mundo y la necesidad de protegerlo se vio fortalecida frente a su inminente amenaza. El mar es un solo y la comunidad de Argentina y Chile seguirán unidas en pos de su conservación. Tierra del Fuego tomó una decisión pionera que hoy es celebrada por aquellos que la viven y por el resto del mundo que quiere seguir su camino.
El film “Terre de Feu” fue realizado por una expedición francesa en 1925 y generó material filmográfico sobre la vida de los pueblos Selk’nam, Kawésqar y Yagan.
La Dirección de Desarrollo Audiovisual de la Secretaría de Cultura de la Provincia, a través de la Embajada de Francia en Argentina y la Cinemateca de Toulouse realizó la proyección del film “Terre de Feu”, que consta de un registro documental inédito de los pueblos originarios de la Patagonia, realizado por una expedición francesa a principio del siglo XX.
Dicho evento culminó con un conversatorio con la participación de integrantes del pueblo Selk’nam y del pueblo Yagan Paiakoala, la Secretaría de Pueblos Originarios y la Dirección Provincial de Museos y Patrimonio Cultural.
Esta película fue filmada en 1925, durante una expedición en barco organizada por la Sociedad francesa de Geografía por la Patagonia y Tierra del Fuego. Su proyección fue posible gracias a las gestiones del Gobierno de la Provincia, la Embajada Francesa en Argentina y la Cinemateca de Toulouse.
Del evento participaron la Ministra de Educación, Cultura, Ciencia y Tecnología, Analía Cubino; la Secretaria de Justicia de la Provincia, Daiana Freiberger; la Secretaria de Pueblos Originarios, Vanina Ojeda y la Secretaria de Cultura, Lucía Rossi.
Cabe destacar, que en la actividad estuvieron presentes Margarita Angélica Maldonado, María Angélica Salamanca, Nicole Bailone, Carmen Ojeda, María Vargas, Daniela Bogarín, mujeres líderes de los pueblos Selk’nam y Yagan Paiakoala de nuestra provincia.
Al respecto, la secretaria de Pueblos Originarios, Vanina Ojeda aseguró que lo que se destaca de la proyección es “la incorporación curricular de historia de los Pueblos Nativos, avance que, no hubiera sido posible sin la participación y acompañamiento de los pueblos originarios de la provincia”.
Por su parte, el Director Provincial de Desarrollo Audiovisual, Rodrigo Tenuta, explicó que la proyección se posibilitó “a través de un contacto con el área audiovisual de la embajada de Francia y, a partir de ahí, con la cinemateca de Toulouse”.
“Se trata de un material restaurada de 33 minutos, que no se había visto hasta el momento. Tuvimos acceso a una copia parcial, porque parte de esta película se perdió con el pasar del tiempo” detalló.
En “Mi sangre yagán”, Víctor Vargas Filgueira recorre relatos desconocidos de sus ancestros y cómo fueron colonizados. Infobae Cultura dialogó con el autor
“Yo soy miembro de un pueblo en el que el rostro de mi abuelo ilustra la tapa del libro Mi sangre yagán, ahua saapa yagán (La Flor Azul)”. Así se presenta Víctor Vargas Filgueira, de 50 años, que sigue viviendo en los mares del sur de sus ancestros, en Ushuaia, y cuya obra combina historia oral e investigación sobre uno de los pueblos originarios más olvidados.
Quizás la razón se encuentre en las continuas matanzas que provocaron que miles de yagán (también yagan o yámana) se hayan convertido sólo en cien sobrevivientes en apenas tres décadas. Aquellos hombres de las canoas que eran avezados cazadores de lobos de mar, de delfines y que recolectaban todo tipo de moluscos, desde almejas a erizos, fueron objeto de la persecución para que sus territorios fueran convertidos en estancias inglesas, es decir, que transformaran las tierras ancestrales en favor del colonialismo de principios del siglo XX.
Pero el libro muestra una cotidianidad de un pueblo desconocido, pero que está acá, en el sur, y a su vez revela cómo el diezmar a los yagán limitó el conocimiento sobre la cultura de los mares del sur.
Orundellico, su nombre yagán, o Jemmy Button, el que le colocaron los secuestradores
Uno de los yagán más conocido, por las penurias sufridas a mano de Charles Darwin, es Jemmy Button, quien fuera secuestrado y llevado a Inglaterra con tres personas más de distintas etnias de la región, donde fueron examinados, luego exhibidos, más tarde convertidos en sirvientes que hablaban el inglés, antes de que Darwin, el teórico de la evolución de las especies, los devolviera a los mares del sur. Este es otro capítulo del salvajismo colonial, que también fue ubicado en los alrededores de Tierra del Fuego. Esto ocurrió medio siglo antes de las narraciones que componen a Mi sangre yagán.
-¿Cómo fue que el colonialismo hizo que se llevara de miles a cien yaganes en treinta años?
-Las crónicas coloniales lo atribuyen a las enfermedades, pero eso es un 0 por ciento de lo que sucedió en el exterminio. Hubo cercenamiento de cabezas, de orejas y unos terratenientes cuyos descendientes tienen todavía latifundios y que nos cazaban para poder criar en nuestros territorios sus ovejas. En nuestro territorio esos cazadores son todos ingleses, irlandeses, escoceses, no hay alemanes ni de otra nacionalidad. El cazador más cruel era un escocés llamado McLeland.
«Mi sangre yagán, ahua saapa yagán» (La Flor Azul), de Víctor Vargas Filgueira
-También hubo alguno con buenas intenciones, según el libro, como el antropólogo alemán Martín Guisinde.
-Como hoy, que hay gente buena y gente mala, como en la historia de la humanidad. Un Alvear de ese tiempo decía “al indio ya lo tuvimos, tenemos para nosotros a la mujer, a los niños, los hacemos nuestros sirvientes”. Una historia horrorosa que pasó. Tierra del Fuego no tiene un territorio extenso, cada pueblo no superaba los seis mil habitantes, y eso facilitó el trabajo de exterminio. Y luego de la matanza, fueron tomados como mano de obra gratuita en las estancias de los gringos.
-¿Hoy existen miembros de la etnia yagán que conserven sus costumbres?
-Esa pregunta proviene de un estudio colonizado también. Vos querés que mi comunidad o yo estemos desnudos trabajando en una canoa de corteza. Yo tengo un celular en el bolsillo porque no podría servir cazar en una canoa o recolectar como hacía mi gente. Eso nos dejó el pensamiento hegemónico que dice que si sos indio tenés que tener una característica, por ejemplo, una vincha, pelo largo. No hay yagán que pueda emular a mi abuelo y si un documental va a la Amazonia, seguro tiene puestas unas zapatillas Nike. Yo soy primer consejero de la etnia yagán, pero lo único que se puede señalar es que soy de una contextura pequeña, porque mi pueblo cazaba en canoa de corteza y los yagán tienen alrededor de 1,50 de estatura en promedio, mientras los ethan tienen 1,80 porque caminaban la tierra; todos se iban formando por la forma que les tocó vivir. Hay algún vínculo que nos permite reunirnos con nuestros ancestros, y después una posibilidad más marcada de comer peces de mar, porque venimos de ella.
Tres protagonistas de la historia yagán
-El libro muestra una serie de ceremonias, también con fotografías, en las que se pintan la cara o el cuerpo, ¿a qué responde esto?
-Es como Papá Noel y la Navidad. El hombre necesita celebrar. Y cuando nuestro pueblo necesitaba una ceremonia de creencia, espiritual, la quina del yagán era una ceremonia para recrear el bien y el mal. El hombre siempre necesitó recrear el bien y el mal y los yagán usaban esto sobre todo con nuestros jóvenes. La pintura negra iba a ser de maldad y la roja de bondad.
-Las mujeres parecían pintarse la cara.
-Las mujeres se hacían líneas en la cara, en la que el rojo era alusivo al buen espíritu y el blanco era ceremonial.
-Usted dice que su abuelo era el hechicero y los yaganes en el libro dicen varias veces que no deben dejar que se sepa su conocimiento. ¿Cómo funcionaba esto?
-El que vino siempre se creía superior y tanto que entonces los nuestros decían “no te voy a mostrar lo que sabemos”. Era una lógica de la protección.
Las fotos que esta nota muestra dan cuenta de una sociedad con sus ritos, personas, celebraciones y juegos. Los yagán.
El uso del nombre yagan por una marca de venta de productos del mar despertó molestia en la comunidad Yagán de bahía de Mejillones, que lucha por concientizar sobre buenas prácticas de protección y aproximación a su cultura.
El nombre yagan utilizado como marca para vender un filete de salmón fue la imagen que comenzó el debate. Por un lado, una pequeña empresa chilena francesa busca “homenajear a un pueblo originario admirable”. Por otro, una comunidad yagan lucha por concientizar a la población y autoridades nacionales sobre el respeto en el uso del patrimonio cultural de su pueblo.
“No somos un pueblo extinto como dicen algunos libros de historia. Somos un pueblo vivo y activo, estamos aquí en el territorio y si usan nuestro nombre y cultura están hablando de nosotros entonces el primer paso es que antes de hacerlo se acerquen a la comunidad y nos pregunten. Pero si nos van a asociar con un producto que simboliza una industria que ha utilizado nuestro territorio como zona de sacrificio, eso indigna”, resume María Luisa Muñoz, representante de la comunidad indígena yagan de Bahía de Mejillones.
Desde la PYME Yahgan Seafoods se expresa la apertura a dialogar sobre el tema con la comunidad, y aclaran que su empresa no es una salmonera sino un taller que le da valor agregado a materia prima de origen marino. “En nuestro portafolio siempre ha estado la inquietud de trabajar con la más amplia gama de materias primas marinas. Sin embargo, la tendencia de nuestros clientes y del mercado nacional nos inclinó hacia los productos desarrollados a partir del salmón”; señalan.
“Desde la empresa se acercaron a través de un correo electrónico y estamos viendo qué responder. Cuando ya se usa el nombre y ya está la marca registrada, ¿qué se hace? Son situaciones que ya están establecidas, entonces es difícil entrar a dialogar en este punto y con una empresa relacionada a un rubro que es tan nefasto para nosotros”, explica María Luisa.
Buenas prácticas para proteger la cultura yagan
Tal como comenta María Luisa, no es la primera vez que su comunidad se enfrenta a situaciones de este tipo. “La cervecería austral tiene una cerveza Yagan y en la caja está la foto de una bisabuela de una de las familias de aquí. Hace un tiempo apareció en Buenos Aires un puzle que era la cara de una artesana de la comunidad. La fundación Omora tiene un parque etnobotánico donde los nombres de la vegetación están en nuestra lengua pero tú ahí no vas a encontrar a nadie de la comunidad yagan trabajando como guía, por ejemplo”, enumera.
Para la representante yagan, el problema se da a nivel nacional y de las autoridades. “El mismo Estado a través de iniciativas de Corfo y Prochile o el instituto de propiedad industrial, inscriben estos nombres sin cuestionamientos ni protocolo y es súper fácil inscribir un nombre y eso queda ahí para siempre si lo puedes pagar. Nosotros como comunidad tuvimos inscrito el nombre yagan y lo perdimos porque no podíamos seguir pagando, y enseguida lo tomó otra empresa. Visibilizar esas situaciones y generar protocolos y difundirlos es parte de lo que hacemos como comunidad”; sostiene.
El objetivo final no es cerrar la puerta sino que se generen mejores prácticas de aproximación hacia su cultura. “A nivel local mucha gente tiene pequeños emprendimientos y envían una carta para pedir la utilización del nombre. Nosotros vemos que es un emprendimiento de alguien que vive en la zona o que tiene un respeto hacia la comunidad y no tenemos inconveniente en dar nuestra aprobación, pero eso lo hacen muy pocas personas”, concluye María Luisa.
Salmones sustentables
El punto de mayor desencuentro en la situación de la empresa Yahgan Seafoods se da por la asociación del nombre yagan para comercializar productos derivados del salmón. “Sólo trabajamos con empresas proveedoras que cuentan con pisciculturas certificadas. Apoyamos el cambio relevante en la industria salmonera de manera de hacerla sustentable, apoyando la revolución que se opera en este sector con el desarrollo de crianza de salmón 100% en tierra, reciclando agua y usando residuos como abono natural para agricultura”, señalan desde la empresa en un comunicado.
Pero esta aclaración no tranquiliza a la comunidad. “Nosotros hemos luchado de forma incansable contra la industria salmonera que tiene efectos devastadores en nuestro territorio ancestral. Lo que tenemos claro es que las leyes chilenas en relación al medio ambiente no son garantía de que se va a cuidar nada. Este tipo de actividad, aunque sea en tierra, para nosotros no condice con nuestra cultura y no cuida el entorno. Hemos visto a las salmoneras mentir, ocultar informes y presagiar buenas prácticas. No nos pueden pedir que confiemos”, analiza María Luisa.
Además del protocolo, la comunidad yagan de bahía de Mejillones está trabajando para recuperar la práctica de la navegación, la alimentación tradicional, el territorio y la lengua. Entre esos esfuerzos, ven como clave el hecho de poder decidir sobre su territorio, a partir de la declaración de un Espacio Costero Marino de Pueblos Originarios (ECMPO); instrumento que reconoce y permite conservar los usos ancestrales en espacios marítimos.
Se trata del programa de Educación Intercultural Bilingüe, para planificar la introducción de las lenguas nativas –selk’nam y yagan- en los contenidos de la educación formal con la colaboración de los pueblos originarios de la provincia.
La secretaria de Pueblos Originarios Vanina Ojeda Maldonado y la subsecretaria Pamela Altamirando, mantuvieron una reunión con Héctor Gustavo Novoa, Coordinador Provincial de Modalidades Educativas y Ramón Ortiz, del equipo técnico de Educación Intercultural Bilingüe, para planificar la introducción de las lenguas nativas –selk’nam y yagan- en los contenidos de la educación formal con la colaboración de los pueblos originarios de la provincia.
La funcionaria adelantó que “la propuesta es lograr capacitaciones para los docentes que permitan introducir la modalidad intercultural desde otra perspectiva, en la que los pueblos dejen de pertenecer al pasado y reivindicar su presente, su resistencia y lucha”.
La modalidad de Educación Intercultural Bilingüe (EIB), fue instaurada a partir de la sanción de la nueva Ley de Educación Nacional en el año 2006 y se instala para garantizar el respeto por la identidad étnica, cultural y lingüística de los pueblos indígenas.
De esta manera se asume la reconstrucción de la identidad nacional que debe cimentarse en la riqueza de su diversidad y en la preexistencia de sus pueblos originarios, forjadores de culturas milenarias.
El Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI), a cargo de la Dra. Magdalena Odarda -organismo descentralizado bajo la órbita del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación- inscribió la personería jurídica de la Comunidad Indígena Yagan Paiakola de Ushuaia, perteneciente al pueblo Yagan. A partir de esta medida, la provincia de Tierra del Fuego posee sus dos comunidades originarias reconocidas por el Estado Nacional.
En ese sentido, la titular del INAI ratificó que “La resolución 2021-18-APN del INAI, que fuera publicada el 22 de febrero pasado, fue celebrada por el gobierno provincial, el cual declaró a través de su Secretaría de Pueblos Originarios que “este reconocimiento legal es constituye un gran logro para la Comunidad Yagan, ya que significa un instrumento jurídico de carácter declarativo y es la herramienta más importante para garantizar sus derechos”.
Por otra parte, el Primer Consejero de la Comunidad, Víctor Vargas, escribió en sus redes sociales: “Al fin la Canoa de Asenewensis navegará con buen rumbo y fuerza, dirigida por quien lo tenía que hacer. Gracias al Instituto Nacional de Asuntos Indígenas de la mano de Magdalena Odarda, su presidenta, por reconocer a nuestro Pueblo Yagan como un nuevo Pueblo Originario de la Argentina. Como siempre dije, el pueblo Yagan está vivo, aquí y ahora. Ázar motakaiyin, gracias a los antepasados”, sostuvo.
Cabe destacar que de manera simultánea a este reconocimiento, se están realizando las gestiones necesarias para llevar a cabo la restitución de los restos de Maish Kensis y otros tres miembros del Pueblo Yagan -actualmente en poder del Museo de la Universidad Nacional de La Plata- a la comunidad indígena de Bahía Mejillones de Puerto Williams. Dicha restitución se está realizando a través del Programa Nacional de Identificación y Restitución de Restos Humanos Indígenas del INAI, en conjunto con el gobierno de la provincia de Tierras del Fuego, la Embajada de Chile y la propia comunidad.
Por último, la Presidenta del INAI celebró este reconocimiento y afirmó que “desde el organismo nacional estamos llevando a cabo junto a las comunidades de todo el país, lo que configura un gran trabajo en el reconocimiento de sus derechos”.