Después de desembarcar cerca del muelle de Bruidladdich, salimos para visitar el pueblo de Port Charlotte tomando el camino costero y disfrutando así de los colores del atardecer en el loch Indaal, la vista del faro que domina el Rubh’ An Duin (un poco de gaélico: Rubha : promontorio; Dun: fuerte, montículo) y la iglesia parroquial de Kilchoman.
De regreso a Bruidladdich, echamos un vistazo a los horarios de apertura de la destilería del mismo nombre y productora de los whiskies Port Charlotte, Bruidladdich y Octomore. Esta destilería es una de las nueve destilerías presentes en la isla de Islay y decidimos visitarla mañana a primera hora de la tarde (por la mañana también estaba abierta pero la idea de degustar un whisky por la mañana reunió a pocos aficionados… ).
Después de una mañana tranquila a bordo, sin oleaje ni viento, bajo un gran cielo azul dejamos la costa para realizar la famosa visita a la destilería Bruidladdich. Fuimos a la recepción, que también servía como punto de venta, y nos enteramos de que la visita guiada sólo se realizaba por la mañana a las 10:30 horas. Nuestra interlocutora nos propuso regresar al día siguiente, salvo que al día siguiente teníamos previsto salir hacia la costa norte de Islay… Evidentemente muy decepcionados, se compadeció de nosotros cuando supo que habíamos venido hasta aquí en un velero, este gran velero completamente solo en este inmenso loch, y se ofrece a mostrarnos ella misma la destilería inmediatamente, pidiendo a su colega que mantenga la mascota a bordo, la Toupie, en el mostrador durante la visita.
Nos cuenta que esta destilería fue fundada en 1881 y que muchos de los equipos utilizados para elaborar sus whiskies todavía se utilizan en la actualidad. Describe las diferentes etapas de fabricación y las máquinas utilizadas, el origen de la malta (y las colaboraciones con los productores locales), nos hace sentir la evolución de la fermentación en varios barriles de decenas de miles de litros cada uno… El proceso es complejo y la pasión por su profesión nos sumerge verdaderamente en un universo nuevo. La gran sala de destilación parece casi un museo, con objetos dignos del mundo de Julio Verne. Estamos completamente asombrados por el contraste entre los procesos mecánicos y artesanales que vemos y los volúmenes producidos: ¡más de 3 millones de litros de whisky al año! (y 1 millón de litros de ginebra “Botanist”, todos hechos en la “Ugly Betty”). Y sólo dos personas manejan todo esto a su alcance para dar a cada whisky su identidad (más o menos turbada), mantener la tradición y crear audazmente, como ilustra su Octomore, el whisky más turbado del mundo (¡y el favorito de Lauriane!).
Al final de esta visita, encontramos a La Toupie en el mostrador acompañada de sus nuevos admiradores, y comenzamos la etapa de degustación. La elección se hace para degustar lo que más se destaca de lo común: los cuatro Octomore (14.1, 14.2, 14.3 y 14.4). En definitiva, todos muy diferentes, cada uno encontrará el que le gusta, a veces con sabor a vainilla, a veces con recuerdos a cuero y olor a humo.
Después de una caminata final hacia el fondo del loch, regresamos a bordo, preparamos la cena y la navegación del día siguiente.
La noche siguiente fue un poco agitada con un pequeño oleaje que llegó del sur, antes de que se esperara viento de la misma dirección al mediodía. Tomamos una actualización del clima y nos preparamos para zarpar. El pronóstico era bueno, viento de sur a sureste de 4 a 6 y mar ligeramente agitado a agitado en nuestra zona (MALIN). Salimos al final de la mañana para aprovechar las condiciones favorables de la marea para pasar el islote de An Coire con la isla Orsay al fondo dominada por el faro de Rhinns of Islay y los pueblos de Port Wemyss y Portnahaven. Avanzamos a 5 nudos, con estay y mesana. Evitamos la zona de corrientes y remolinos para evitar permanecer demasiado tiempo en mares cruzados. Está lloviendo y el viento va arreciando poco a poco, dándonos por momentos esta “buena” visibilidad…
Tras pasar el punto trasluchamos para remontar el oeste de la isla, en condiciones más cómodas y con un cielo que por momentos se despeja, permitiéndonos, entre otras cosas, observar la playa de arena blanca de la bahía de Machir.
Al final de la tarde pasamos entre Colonsay al norte y Ardnave Point, Nave Island y Balach Rocks al sur, bajo mesana, estay y yankee, en mar tranquilo y a 7 nudos con 20 nudos de viento: que gozada ! Los acantilados del norte de Islay se cubren y descubren, revelando arcoíris y luego, poco a poco, el faro de Rubha a’Mhail. Este último marca la entrada norte al estrecho de Islay, separando esta isla de su vecina aún más salvaje: Jura.
Seguimos rumbo este y, acercándonos al canal de entrada, enrollamos y bajamos las velas para llegar a un pequeño rincón del paraíso cuya entrada resulta exigente, con varias alineaciones (rocas pintadas de blanco) que hay que respetar para encontrar un (estrecho) paso entre los numerosos arrecifes y las rocas.
Es en un entorno que ilustra la noción de salvajismo e inmensidad donde fondeamos, protegidos del mal tiempo que se espera para el día siguiente, y que nos brinda la oportunidad de dejar de lado la navegación para practicar senderismo, visitar dos Bothies (refugios) y realizar el primer vuelo inaugural del dron de la asociación, cuyo resultado es:
¡El resto este fin de semana con el programa de la ascensión del Jura, la travesía de Corryvreckan y el regreso, veinte años después, de Damien a loch Melfort!