Son espacios marinos delimitados, cuya administración es entregada a comunidades indígenas o asociaciones de ellas que han ejercido el uso consuetudinario de dicho espacio constatado por CONADI.
Pueden solicitar estos espacios aquellas comunidades indígenas inscritas en el registro de CONADI.
La delimitación necesaria está determinada por la superficie que asegure el ejercicio del uso tradicionalmente realizado. Dicho espacio costero será entregado en destinación por la Subsecretaría para las Fuerzas Armadas a la Subsecretaría de Pesca y Acuicultura, quien suscribirá un convenio de uso con la asociación de comunidades o comunidad asignataria una vez que la comisión intersectorial apruebe el plan de administración que presente la comunidad o asociación de comunidades.
El uso y administración del ECMPO estará a cargo de la asociación o comunidad a la cual se le aprobó el plan de administración. En dicho plan se detallan las actividades a realizar, los usuarios y los demás requisitos que establece el reglamento. La duración de la administración de un espacio costero es de carácter indefinida, a menos que se efectúen incumplimiento o infracciones.
Se entiende por derecho consuetudinario aquellas prácticas o conductas realizadas por las comunidades de manera habitual y que forman parte de su cultura, tales como religiosas, económicas, recreativas, entre otras.
Tal como se venía amenazando, al final se derogó -a través del Decreto 1083- esta ley que fue sancionada a fines del 2006 y prorrogada varias veces. A pesar que se la consideraba de “emergencia” su prórroga se extendió por más de 15 años.
Otro artero ataque a los Pueblos Indígenas, se derogó la ley 26160 (14 de diciembre, 2024, par Kay Pacha / Equipo Pueblos Originarios del SERPAJ) 7
Y ahora, aún antes de asumir este gobierno, recordamos unas declaraciones de la vicepresidenta Villarruel en las que decía que esta ley no tendría que existir más.
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Así que entre esto y los rumores que se venían escuchando, no nos llamó la atención esta medida, pero eso no quiere decir que no nos indigne y corrobore el odio y el racismo vigente contra las comunidades por parte de quienes están conduciendo los destinos de nuestro país. Es, como dicen muchxs hermanxs una campaña de genocidio y exterminio de los pueblos originarios.
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Y claro, con esta medida, se habilita a que jueces o fiscales en complicidad con el poder de turno, con terratenientes que consiguieron títulos al menos en forma arbitraria o con poderosas empresas extractivas, avances sobre los territorios indígenas.
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Pero bueno, esto nos obliga a estar más juntxs, a organizarnos mejor, a articular con distintas fuerzas para enfrentar la dura realidad que se avecina. Por eso en esta oportunidad nos pareció muy positivo difundir las palabras de Jorge Nahuel, histórico referente de la Confederación Mapuche de Neuquén en una entrevista que le hizo el hermano Oscar Moreno, a quien le agradecemos por aportarnos este muy interesante material.
Otro artero ataque a los Pueblos Indígenas, se derogó la ley 26160 (14 de diciembre, 2024, par Kay Pacha / Equipo Pueblos Originarios del SERPAJ) 11Otro artero ataque a los Pueblos Indígenas, se derogó la ley 26160 (14 de diciembre, 2024, par Kay Pacha / Equipo Pueblos Originarios del SERPAJ) 12
Científicas del CONICET estudian los objetos de los yaganes
Yaganes o Yámanas, Selk’nam u Onas, Kawésqar o Alakaluf son los nombres que se daban a sí mismos y que les dieron los exploradores a los pueblos que habitaban el archipiélago fueguino al momento del contacto con los europeos a partir del siglo XVI. Las fotos de estas personas, sus rostros, cuerpos y gestos, retratan un momento dado y, a su vez, inmovilizan miles de años de historia en ese instante. “La profundidad histórica de los pueblos originarios de Tierra del Fuego es difícil de rastrear, pero no imposible. La colonización intentó borrar la memoria oral, y tampoco quedaron testimonios escritos por los propios originarios, ni pintados en cuevas, ni grandes construcciones”, señala la arqueóloga del CONICET María Paz Martinoli. Sin embargo, señala la científica, a partir del trabajo arqueológico de las y los científicos del Centro Austral de Investigaciones Científicas (CADIC, CONICET) sostenido por décadas, se ha logrado recuperar artefactos y restos que posibilitan reconstruir esa historia como un enorme rompecabezas enterrado en distintos lugares de la isla.
“Sabemos, por ejemplo, que el poblamiento de la costa sur comenzó unos ocho mil años antes del presente. Allí encontramos sólo los restos de las herramientas de piedra que los cazadores-recolectores realizaban para llevar a cabo sus actividades cotidianas, y algunas marcas que dejaron sus fogones, como huesos de animales que les sirvieron de alimento o de materia prima. Mil años después comenzaron a aparecer en esta zona los concheros, grandes acumulaciones que se forman a partir del desecho de los restos de valvas que comían, pero que también usaban para la confección de herramientas y adornos. Ese material orgánico nos permitió conocer detalles del modo de vida de estos pobladores originarios”, relata Martinoli, especializada en el estudio de restos de mamíferos marinos en sitios arqueológicos, que con su trabajo persigue entender el aprovechamiento de estos animales por parte de los grupos originarios.
La investigadora detalla que esas comunidades usaban los huesos de los animales -ballenas, lobos marinos, guanacos, aves- para confeccionar utensilios y herramientas, como arpones, cuñas para separar las cortezas y hacer las canoas o punzones. Pero además eran usados para hacer adornos personales y objetos de decoración, especialmente entre los 6400 y los 4400 años antes del presente. “Con las piedras tampoco se quedaban atrás: hacían raspadores con los que preparaban los cueros, raederas que les servían para el corte y preparación de distintos materiales, distintos tipos de puntas de armas con las que cazaban, e incluso hace alrededor de 1500 años antes del presente empezaron a aparecer las puntas de flecha”, precisa Martinoli.
Tal como explica la especialista, esos modos de vida y de relacionarse con la naturaleza se interrumpieron a partir de la conquista y la colonización europea y criolla de Tierra del Fuego, que se dio desde la segunda mitad del siglo XIX en adelante y, a diferencia de otros lugares del país, se mantuvo en manos de misioneros religiosos y estancieros, con escasa presencia estatal. El establecimiento de misioneros anglicanos en la bahía de Ushuaia y las misiones salesianas al norte de la isla tuvieron como denominador la interrupción de la vida nómade de éstos pueblos, la separación de las familias, el hacinamiento, la enseñanza de los respectivos evangelios e idiomas de origen (inglés o español), y las epidemias de tuberculosis y otras enfermedades externas a la región, que llevaron a un trágico descenso de las poblaciones nativas.
El estudio de numerosos textos de viajeros, misioneros y etnógrafos, junto a fotografías de la época sobre el pueblo Yagan, permitió a las y los científicos del CONICET observar que algunas prácticas orientadas a la subsistencia resistieron al proceso de transculturación occidental: desde las canoas, los hombres usaban los arpones para la captura de lobos marinos y las mujeres remaban sentadas para perseguir a las presas entre el oleaje con gran habilidad. Así lo explica Ana Butto, arqueóloga del CONICET, quién se especializa en el relevamiento y análisis de las colecciones patrimoniales arqueológicas, etnográficas y contemporáneas, y aclara: “Otras prácticas fueron adoptadas más velozmente por los nativos, como el uso del pantalón y camisa o vestido”.
Entonces comenzó, según Butto, el borramiento de los pueblos originarios, tanto de manera física como de manera simbólica. ”Desde comienzos del siglo XX la vida de los Selk´nam, Yaganes y Kawésqar pasó a transcurrir como trabajadores urbanos o rurales, hablantes del idioma castellano y estudiantes escolarizados en un relato estigmatizante de la diversidad cultural. También como ciudadanos de estados-nación que veían en los indígenas un obstáculo que debía superarse para construir una nación blanca y civilizada, que ´descendía de los barcos´ y que excluía por lo tanto todo aquello pensado como ´otro´: lo indio, lo negro, lo mestizo”, relata Butto.
Con la fundación de la ciudad de Ushuaia en 1884 y la llegada de agentes gubernamentales, continúa explicando la científica, los misioneros anglicanos se mudaron a otras localidades y en 1916 cerraron las misiones, pero mantuvieron sus estancias en Puerto Harberton y Punta Remolino, que se convirtieron para algunos Yaganes en un lugar de trabajo como peones de estancia, así como de cierto refugio ante ataques de mineros y buscadores de oro del norte de la isla. “El otro gran agente de colonización del territorio fueguino fueron las estancias laneras, que se instalaron en el territorio desde 1885, cuando los estados argentino y chileno comenzaron a entregar tierras en el sector noroeste de la isla. Los siguientes años se extendieron muchas concesiones de tierra a empresas extranjeras y a la Sociedad Explotadora de Tierra del Fuego, de capitales chilenos; entregando así la mayoría de los territorios habitados ancestralmente por los Selk´nam”, agrega Butto.
Tal como indica la investigadora, en la actualidad “somos testigos de procesos de readscripción étnica, esto quiere decir, de resurgimiento de comunidades indígenas que luchan por la reivindicación colectiva de su diferencia cultural. Por ello, en los últimos años advertimos la visibilización y la aparición en la arena pública de muchas comunidades indígenas que no eran contempladas por las políticas públicas y que exigen el reconocimiento de sus derechos”, concluye la investigadora.