La cordillera Darwin: Terra incognita de los Andes australes

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La Cordillera Darwin representa una de las últimas fronteras salvajes de nuestro planeta, una cadena montañosa de belleza cautivadora pero de hostilidad formidable, ubicada en el extremo suroeste de Tierra del Fuego chilena. Esta cadena de montañas, conocida por los europeos en 1832 por Charles Darwin durante su viaje histórico a bordo del HMS Beagle, constituye la extensión más austral de la Cordillera de los Andes y permanece hasta hoy como uno de los ambientes más extremos y menos explorados del planeta.

Ubicada entre 54°15′ y 54°50′ de latitud sur y 69°15′ y 71°30′ de longitud oeste, esta “tierra desconocida” se extiende 170 kilómetros de oeste a este y 60 kilómetros de norte a sur, albergando un campo de hielo de más de 2.300 km² – equivalente a la superficie total de los glaciares alpinos. Hasta 2011, año del primer cruce integral realizado por el Grupo Militar de Alta Montaña (GMHM) francés, la Cordillera Darwin se mantenía como uno de los últimos “rectángulos blancos” en los mapas mundiales, testificando de la dificultad extrema que representa su exploración.
Sumario
Geografía y geología: un laboratorio natural excepcional
Localización y configuración geográfica de la cordillera Darwin
La Cordillera Darwin ocupa una posición geográfica única en el mundo, formando una península montañosa al oeste de la gran isla de Tierra del Fuego. Esta cadena de montañas está rodeada de agua por tres lados: al norte por el canal Almirantazgo conectado al Estrecho de Magallanes, al sur por el canal Beagle, y al oeste por el canal Cockburn que desemboca en el océano Pacífico. Solo su parte oriental permanece conectada a tierra firme, cerca de la frontera argentino-chilena, haciendo que cualquier acceso terrestre sea prácticamente imposible.
El macizo se extiende desde el monte Sarmiento al oeste (2.404 m) hasta el valle de Yendegaia al este, pasando por su punto culminante, el monte Shipton (2.469 m), frecuentemente confundido con el monte Darwin (2.429 m). Esta confusión histórica proviene de la expedición de Eric Shipton en 1961, quien creyó haber escalado el monte Darwin pero en realidad había alcanzado una cumbre más elevada, bautizada posteriormente en su honor.
Una estructura geológica compleja
La geología de la Cordillera Darwin revela una historia tectónica compleja y fascinante. El macizo está constituido principalmente por un complejo metamórfico que comprende rocas de metamorfismo de alto grado, notablemente esquistos cristalinos que contienen cianita y sillimanita. Estos minerales testimonian condiciones de presión y temperatura extremas durante la formación de la cadena montañosa.

El metamorfismo de alto grado observado en la Cordillera Darwin está directamente vinculado al cierre de la cuenca de Rocas Verdes durante el Cretácico, un evento geológico mayor que moldeó la estructura actual de la región. Este complejo metamórfico constituye el único conjunto de este tipo en los Andes australes que presenta rocas de anfibolita con cianita y sillimanita, haciendo de la Cordillera Darwin un laboratorio geológico único para comprender la evolución tectónica de la punta sur de América del Sur.
La separación progresiva de América del Sur y la Antártida durante el Cenozoico transformó la tectónica local en un régimen transpresivo caracterizado por fallas transformantes. La apertura del Pasaje de Drake hace 45 millones de años también contribuyó a moldear la geomorfología actual de la región.
El campo de hielo y sus características
El campo de hielo de la Cordillera Darwin cubre una superficie impresionante de 2.300 km², rivalizando con los sistemas glaciares no polares más grandes del planeta. Este manto de hielo alimenta una multitud de glaciares que fluyen hacia el mar, creando un paisaje de fiordos profundos y paredes glaciares espectaculares.
Entre los glaciares más notables, el glaciar Marinelli ocupa una posición particular como el glaciar más activo y más estudiado de la cordillera. Ubicado en el Parque Nacional Alberto de Agostini, este glaciar se extiende varios kilómetros desde la Cordillera Darwin hasta la bahía Ainsworth en el fiordo Almirantazgo. El glaciar Marinelli es reconocido por su importante velocidad de retroceso, documentada durante varias décadas, lo que lo convierte en un testigo significativo del cambio climático en la región.
Clima extremo: los Cincuentones Rugientes
Condiciones meteorológicas dantescas
El clima de la Cordillera Darwin se encuentra entre los más extremos del planeta, moldeado por su posición en los temidos Cincuentones Rugientes. Esta región experimenta la influencia directa de depresiones ciclónicas sucesivas sin tregua, alimentadas por la diferencia de temperatura entre las aguas relativamente cálidas del océano Austral y las masas glaciares antárticas.
Los vientos constituyen el elemento climático más característico y más temible de la Cordillera Darwin. La velocidad promedio anual de los vientos alcanza 70 km/h, pero las rachas pueden superar 250 km/h durante los fenómenos llamados williwaw o ayayema según la terminología de los pueblos originarios kawésqar y yagán. Estos vientos de violencia extraordinaria fueron meticulosamente descritos por el almirante FitzRoy durante su exploración con Darwin, quien los consideraba una “divinidad maligna” capaz de desatarse sin previo aviso.

Precipitaciones y variabilidad estacional
Las precipitaciones en la Cordillera Darwin son abundantes y prácticamente permanentes, alimentando el vasto sistema glaciar. La región recibe en promedio más de 3.000 mm de precipitaciones anuales, principalmente en forma de nieve en altitud y lluvia en las zonas costeras. Esta humedad constante, combinada con los vientos violentos, crea condiciones de visibilidad frecuentemente reducidas que complican considerablemente cualquier intento de exploración.
La temperatura promedio varía entre 0 y 5°C durante la estación fría (invierno austral) y entre 5 y 10°C durante la estación cálida (verano austral). Estas variaciones térmicas relativamente leves reflejan la influencia moderadora del océano, pero enmascarran el efecto enfriador constante del viento que reduce considerablemente la temperatura percibida.
Biodiversidad: un ecosistema subantártico único
Fauna terrestre y marina
La Cordillera Darwin alberga una biodiversidad notable, adaptada a las condiciones extremas de esta región subantártica. Entre los mamíferos terrestres, el guanaco (Lama guanicoe) constituye la especie emblemática de las estepas y zonas montañosas, evolucionando en manadas en los sectores menos hostiles. Estos camélidos salvajes, perfectamente adaptados a los vientos violentos y temperaturas frías, representan una fuente alimentaria importante para los depredadores de la región.

La región alberga también varias especies de cánidos adaptadas a las condiciones australes, notablemente el zorro de Magallanes (Lycalopex culpaeus) y el zorro gris (Lycalopex griseus), que ocupan diversos hábitats que van desde bosques a zonas rocosas.
Una mención particular debe hacerse respecto a los castores canadienses (Castor canadensis), introducidos en los años 1940 y convertidos desde entonces en una especie exótica invasora mayor. Estos roedores semiaquáticos, cuya población alcanza hoy decenas de miles de individuos, modifican profundamente el ecosistema local al construir represas que perturban la hidrología natural de los cursos de agua.

Avifauna: algunos maestros del cielo austral
La diversidad aviaria de la Cordillera Darwin testimonia la riqueza ecológica de esta región. Más de 90 especies de aves han sido registradas, distribuidas entre especies terrestres y marinas. El cóndor de los Andes (Vultur gryphus), con su envergadura impresionante que puede alcanzar 3 metros, domina los cielos de la cordillera y constituye uno de los espectáculos más cautivadores para los raros observadores.
Los rapaces están bien representados con los caranchos y chimangos. En las zonas boscosas, el pájaro carpintero de Magallanes, los comesebos y los rayaditos animan el bosque magallánico con sus cantos característicos.

Los ambientes acuáticos y costeros albergan una fauna marina excepcional. Las aguas del canal Beagle y los fiordos circundantes sirven como hábitat para colonias de pingüinos de Magallanes (Spheniscus magellanicus), una especie emblemática de la región. Más notable aún, la Cordillera Darwin alberga la única colonia de pingüinos reales (Aptenodytes patagonicus) ubicada fuera de la Antártida e islas subantárticas, testificando del carácter excepcional de este ecosistema.

Mamíferos marinos de los fiordos patagónicos
Las aguas que rodean la Cordillera Darwin constituyen un santuario para numerosas especies de mamíferos marinos. Las ballenas francas australes (Eubalaena australis) y las ballenas jorobadas (Megaptera novaeangliae) frecuentan regularmente estas aguas ricas en nutrientes. Los leopardos marinos encuentran refugio en los fiordos protegidos, aprovechando la riqueza pesquera de la región.
Los elefantes marinos (Mirounga leonina) forman colonias temporales en ciertas playas aisladas, particularmente en la zona del glaciar Marinelli donde subsiste una población en peligro de extinción. Los lobos marinos de crín (Otaria flavescens) también están presentes en gran número, creando colonias ruidosas en islotes rocosos de los fiordos.

Flora: bosques magallánicos y su adaptación
El ecosistema forestal subantártico
La vegetación de la Cordillera Darwin se caracteriza por la presencia de bosques magallánicos subantárticos, también llamados bosques fueguinos. Estos ecosistemas forestales únicos en el mundo están dominados por especies del género Nothofagus, perfectamente adaptadas a las condiciones climáticas extremas de la región.

El lenga (Nothofagus pumilio) constituye la especie forestal más característica y más extendida de la Cordillera Darwin. Este árbol caducifolio, capaz de resistir los vientos violentos y las temperaturas glaciales, forma rodales densos hasta 700 metros de altitud. Su notable capacidad de adaptación le permite sobrevivir en condiciones donde pocas otras especies arbóreas pueden prosperar.
El coihue (Nothofagus betuloides) y el ñire (Nothofagus antarctica) completan el cortejo de hayas del sur que dominan el paisaje forestal. Estas especies, asociadas al canelo (Drimys winteri), forman un ecosistema forestal denso y complejo, moldeado por los vientos violentos que literalmente esculpen la silueta de los árboles.
Adaptación a lo extremo: lengas enanos y tundra
Más allá de 700 metros de altitud, las condiciones se vuelven demasiado rigurosas para mantener bosques de tamaño normal. Es en esta zona de transición donde se observa un fenómeno de adaptación notable: la formación de lengas enanos, árboles de la misma especie pero cuyo crecimiento es considerablemente ralentizado y tamaño reducido por las condiciones extremas.

Esta zona de transición marca el límite entre el piso forestal y el piso alpino, donde la vegetación se compone principalmente de musgos y líquenes capaces de resistir los vientos desecantes y las temperaturas negativas. Esta tundra magallánca constituye un ecosistema único, albergando especies vegetales altamente especializadas.
Flora especializada y endemismo
Los sotobosques de los bosques magallánicos encierran una diversidad florística notable, adaptada a las condiciones de humedad constante y baja luminosidad. Entre las especies notables, la drosera uniflora, una pequeña planta carnívora, ilustra perfectamente las adaptaciones extraordinarias desarrolladas por la flora local para sobrevivir en este ambiente pobre en nutrientes.

Los arbustos con bayas ocupan un lugar importante en el ecosistema, notablemente el calafate, la barba de viejo y el grosellero de Magallanes. Estas especies constituyen una fuente alimentaria preciosa para la fauna local y testimonian la interconexión compleja de las redes tróficas en este ambiente extremo.
La flora herbácea incluye especies endémicas notables como la prímula de Magallanes, el benzoé de Magallanes, varias especies de orquídeas y la violeta amarilla. El período de floración, concentrado en la primavera austral (septiembre a diciembre), transforma brevemente los paisajes en un caleidoscopio de colores contrastando con la rudeza habitual del medio.
Descubrimiento histórico por Charles Darwin
La historia moderna de la Cordillera Darwin comienza el 12 de febrero de 1834, cuando el capitán Robert FitzRoy bautiza esta cadena de montañas en honor del 25º aniversario de Charles Darwin. Esta denominación ocurre durante el segundo viaje del HMS Beagle, una expedición hidrográfica británica que revoluciona la comprensión geográfica y científica de Tierra del Fuego.
El mismo Darwin, entonces de 25 años, descubre estas montañas con una mezcla de fascinación y aprensión. En sus escritos, describe un paisaje de belleza cautivadora pero de hostilidad formidable, presintiendo ya los desafíos considerables que representaría la exploración de esta región. FitzRoy había nombrado inicialmente un canal al suroeste de la montaña “canal Darwin” para honrar el coraje del joven naturalista en el rescate de los botes del barco amenazados por la caída de una masa de hielo.
La época de los primeros intentos
Durante más de un siglo después de su descubrimiento, la Cordillera Darwin permanece en gran medida inexplorada, desafiando los intentos de exploración más audaces. Las raras incursiones se limitan a los extremos oriental y occidental de la cadena, dejando el corazón del macizo en un misterio prácticamente total.
El padre Alberto de Agostini, misionero y explorador italiano, cuenta entre los primeros en penetrar seriamente en la región a principios del siglo XX. Sus expediciones, realizadas entre 1910 y 1960, permiten identificar y cartografiar varios picos y glaciares, notablemente los montes Italia y Francés. Sus fotografías y relatos constituyen los primeros testimonios visuales del interior de la Cordillera Darwin, revelando al mundo la magnificencia de estos paisajes glaciares.

El proeza del alpinista Eric Shipton (1961)
El año 1961 marca un punto de inflexión en la historia de la exploración de la Cordillera Darwin con la expedición dirigida por Eric Shipton, uno de los mayores exploradores británicos del siglo XX. Acompañado por tres alpinistas chilenos – Eduardo Garcia, Francisco Vivanco y Cedomir Marangunic – Shipton realiza lo que cree es el primer ascenso del monte Darwin.
Esta expedición revela una confusión geográfica que persistirá hasta 1970. El equipo de Shipton escala en realidad una cumbre ubicada al noroeste del verdadero monte Darwin, culminando 40 metros más alto que este último. Este error será aclarado por una expedición neozelandesa en 1970, que propone bautizar la cumbre escalada por Shipton como monte Shipton, propuesta aceptada por las autoridades geográficas chilenas.
La expedición de Shipton marca no obstante una etapa crucial en el conocimiento de la Cordillera Darwin, demostrando la viabilidad del alpinismo de alto nivel en esta región extrema. Las descripciones detalladas de Shipton revelan las dificultades extraordinarias planteadas por el clima, con vientos de tal violencia que obligan a los alpinistas a gatear para progresar.
El primer cruce integral por alpinistas del GMHM (2011)
El 6 de octubre de 2011 marca la culminación de una de las últimas grandes proezas de exploración terrestre del siglo XXI. Seis miembros del Grupo Militar de Alta Montaña (GMHM) de Chamonix logran el primer cruce integral de la Cordillera Darwin, una hazaña deportiva y humana considerada durante largo tiempo como imposible.
El equipo de la expedición nombrada “en el filo de Darwin”, dirigido por el capitán Lionel Albrieux y compuesto por el teniente Didier Jourdain, el suboficial Sébastien Bohin, el sargento primero François Savary, el cabo Sébastien Ratel y el alpinista civil Dimitri Munoz, atraviesa 150 kilómetros en línea recta (250 kilómetros reales) en total autonomía durante 29 días.

Esta expedición histórica requiere una preparación meticulosa de un año entero. Cada miembro carga 75 kilogramos de equipamiento, incluyendo 40 kilogramos de alimento liofilizado, todo traccionado en pulcas (trineos) especialmente probados en Noruega. La ausencia de cartografía confiable – la última datando de 1954 – obliga al equipo a depender de un sistema GPS no convencional asociado a fotografías aéreas.
Las condiciones encontradas superan todo lo que los alpinistas franceses pudieron haber imaginado. Frente al monte Darwin, el equipo debe negociar una arista filuda de 5 kilómetros, oscilando entre 40 centímetros y 1,5 metros de ancho. Los vientos alcanzan regularmente 150 km/h, obligando a los exploradores a progresar a cuatro patas o incluso acostados para evitar ser arrastrados.

El éxito de esta expedición transforma definitivamente la Cordillera Darwin de una “terra incognita” en territorio accesible, abriendo camino a futuras exploraciones científicas y deportivas. El filme documental “En el filo de Darwin” (“Sur le fil de Darwin“), realizado a partir de las imágenes filmadas por el equipo, testimonia esta proeza excepcional y revela al gran público la belleza salvaje de esta región.
Conservación y estado de protección
Parque Nacional Alberto de Agostini
La protección de la Cordillera Darwin se articula principalmente alrededor del Parque Nacional Alberto de Agostini, creado el 22 de enero de 1965 por el decreto supremo n°80 del ministerio de Agricultura de Chile. Con una superficie de 1.460.000 hectáreas, este parque constituye la tercera área protegida más grande de Chile e incluye la mayor parte de la Cordillera Darwin.
El parque nacional lleva el nombre del padre Alberto María De Agostini (1883-1960), misionero salesiano, explorador, fotógrafo, geógrafo y etnólogo italiano que dedicó gran parte de su vida a la exploración y documentación de la Patagonia y Tierra del Fuego. Sus trabajos pioneros, incluyendo una importante colección fotográfica y alrededor de veinte obras sobre la región, constituyen un patrimonio científico y cultural inestimable.
El parque se extiende sobre tres provincias chilenas: Magallanes, Tierra del Fuego y la Antártida chilena, ilustrando la complejidad administrativa de esta región fronteriza. Incluye numerosas islas (Gordon, Londonderry, parte de la isla Hoste), la totalidad de la Cordillera Darwin con sus glaciares, así como numerosos fiordos.
Reconocimiento internacional y Reserva de Biosfera UNESCO
En 2005, el Parque Nacional Alberto de Agostini obtiene un reconocimiento internacional importante al integrar la Reserva de Biosfera Cabo de Hornos de la UNESCO. Esta designación subraya la importancia ecológica y cultural mundial de la región y coloca la Cordillera Darwin entre las 24 ecorregiones más prístinas del planeta.

El estado de reserva de biosfera implica un compromiso de conservación a largo plazo, asociado con programas de investigación científica y desarrollo sostenible. Este reconocimiento favorece también el desarrollo del ecoturismo responsable, permitiendo a los visitantes descubrir esta región excepcional mientras contribuyen a su preservación.
La Cordillera Darwin se beneficia también de la protección ofrecida por varias convenciones internacionales, notablemente aquellas relativas a la protección de zonas húmedas y especies migratorias. Su posición geográfica única la convierte en un corredor esencial para numerosas especies de aves marinas y mamíferos marinos que transitan entre el Atlántico y el Pacífico.
Desafíos actuales de conservación
A pesar de su estado de protección, la Cordillera Darwin enfrenta varios desafíos de conservación significativos. El cambio climático constituye la amenaza más preocupante, con un retroceso documentado de la mayoría de los glaciares de la región. El glaciar Marinelli, en particular, sufre un retroceso acelerado que testimonia el impacto del calentamiento global en estos ecosistemas frágiles.
La introducción de especies exóticas, notablemente los castores canadienses, plantea un desafío ecológico mayor. Estos ingenieros del ecosistema modifican profundamente la hidrología local al construir represas, perturbando los hábitats naturales y comprometiendo la integridad de los bosques magallánicos.
La presión turística, aunque limitada por la accesibilidad difícil de la región (solo por vía marítima), requiere una gestión cuidadosa para evitar la degradación de los sitios más sensibles. El desarrollo de cruceros especializados hacia los glaciares de la Cordillera Darwin requiere un equilibrio delicado entre accesibilidad pública, sensibilización sobre riesgos (no hacer fuego por ejemplo debido al viento y a los sitios arqueológicos yagan presentes en la costa) y preservación ambiental.
Investigación científica y cuestiones contemporáneas
Laboratorio del cambio climático
Esta cordillera constituye un laboratorio natural excepcional para el estudio del cambio climático y sus impactos en los ecosistemas subantárticos. Los glaciares de la región, particularmente el glaciar Marinelli, son objeto de monitoreo científico continuo desde hace varias décadas.
Las investigaciones realizadas revelan una tendencia preocupante de retroceso glaciar generalizado. El glaciar Marinelli, que era uno de los glaciares más estables de la región hasta los años 1960, presenta ahora una tasa de retroceso entre las más altas del mundo. Esta evolución rápida lo convierte en un indicador privilegiado de las modificaciones climáticas a escala regional y global.
Los estudios geomorfológicos y climatológicos realizados en la Cordillera Darwin contribuyen también a la comprensión de los mecanismos de interacción entre océano, atmósfera y criosfera en las altas latitudes australes. Esta investigación reviste una importancia particular para los modelos de predicción climática global.
Biodiversidad y adaptación evolutiva
La posición geográfica única de la Cordillera Darwin, en la interfaz entre los dominios templado y subantártico, la convierte en un terreno de estudio privilegiado para comprender los mecanismos de adaptación y evolución de especies bajo condiciones ambientales extremas.
Las investigaciones sobre la fauna marina revelan la importancia de la región como corredor biológico entre los océanos Atlántico y Pacífico. Las poblaciones de mamíferos marinos que frecuentan los fiordos de la Cordillera Darwin presentan características genéticas particulares, testificando del aislamiento relativo de estos ecosistemas.

El estudio de la flora magallánca contribuye a la comprensión de los mecanismos de adaptación de la vegetación a las condiciones de viento extremo y estrés hídrico. Las formas enanas desarrolladas por ciertas especies arbóreas constituyen un modelo de estudio para comprender la plasticidad fenotípica de los organismos frente a las limitaciones ambientales.
Vulnerabilidad y resiliencia de ecosistemas
Los ecosistemas de la cordillera presentan una vulnerabilidad particular a las perturbaciones externas, debido a su aislamiento geográfico y a sus condiciones ambientales ya extremas. Esta fragilidad intrínseca hace aún más crucial el desarrollo de estrategias de conservación adaptativas.
Las investigaciones sobre la resiliencia de los bosques magallánicos frente a los cambios climáticos revelan capacidades de adaptación variables según las especies y sitios. Algunas poblaciones de lenga muestran signos de estrés creciente, mientras que otras parecen mantener su vitalidad a pesar de las modificaciones ambientales.
El impacto de las especies introducidas en el equilibrio ecológico local es objeto de estudios exhaustivos, notablemente respecto a los castores canadienses cuya proliferación modifica radicalmente la estructura de los hábitats acuáticos y forestales. Esta investigación contribuye al desarrollo de estrategias de gestión de especies invasoras adaptadas a las condiciones específicas de la Cordillera Darwin.
Un patrimonio mundial a preservar
La Cordillera Darwin permanece hoy como uno de los últimos santuarios salvajes de nuestro planeta, un territorio donde la naturaleza aún reina como amo absoluto a pesar de la presión creciente de las actividades humanas. Esta cadena de montañas excepcional, moldeada por millones de años de evolución geológica y climática, constituye un patrimonio natural de valor inestimable para toda la humanidad.
La proeza realizada por el GMHM en 2011 ha ciertamente levantado el velo sobre esta “terra incognita”, pero también ha revelado la fragilidad de estos ecosistemas únicos frente a los desafíos del siglo XXI. El retroceso acelerado de los glaciares, el impacto de las especies introducidas y las presiones del cambio climático global amenazan la integridad de esta joya natural.
La preservación de la Cordillera Darwin requiere un enfoque global asociando protección estricta, investigación científica de punta y desarrollo del ecoturismo responsable. Esta región extraordinaria nos recuerda que ciertos territorios de nuestro planeta merecen ser preservados en su estado salvaje, no solo por su belleza intrínseca, sino también por su rol irreemplazable en la comprensión de los mecanismos fundamentales que rigen nuestra biósfera.

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